Dos buenos ejemplos de la recalcitrante necedad humana.
El necio primero porfiará: ya, pero sigue siendo cierto que la situación económica condiciona y restringe la acción política, y no la elegimos. Pues claro que la disponibilidad de recursos no se determina a voluntad como se aprieta un botón, gran necio; como tampoco la resistencia de un puente se escoge pulsando una tecla. Pero un puente no te gobierna por desmoronarse cuando lo cruzas.
El poder económico deriva del político, y no a la inversa como parece sugerir el actor Alberto San Juan. El fontanero Gonzalo Von Chirlaucas sostiene, con bastante mejor juicio, que el respeto a la propiedad es aval político imprescindible sin el cual el poder económico es nulo por completo. Sí, mal puede gobernar un “poder” obligado a pagar impuestos.
El necio segundo propone como moneda de cambio volver a las tiernas miraditas. Dudo mucho que eso haya funcionado alguna vez, pero está claro que entonces el capitalismo ha supuesto un gran avance: ahora puedes cooperar incluso con quien no conoces o te cae rematadamente mal, no sólo con tu mujer, y no siempre.
El problema de la gente que está, por así decirlo, a favor de los impuestos es que no sabe lo que es trabajar, hacer algo con tu esfuerzo, tu ingenio y tus recursos y la injusticia que supone que venga otro y se lleve, porque sí, una buena parte de lo que te pueda rentar tu creación.
Los impuestos no deberían ser mayores del diez por ciento, y si un Estado no es capaz de funcionar correctamente con eso, entonces es que algo se está haciendo muy mal. Claro que en España tenemos el pequeño problema de que la Constitución de 1978 dice que los impuestos serán progresivos, que en principio parece algo justo, o más justo que establecer una cuota fija para todo quisqui. Pero visto lo visto, no parece que con la cantidad de impuestos que pagamos los más pobres (impuestos al ahorro, al consumo, a la energía, a la última locura del gobernante de turno, etc.) lo que dice la CE sea muy adecuado.
¡Pobre hombre! Creo que tiene más de 40 años y todavía está en "paños menores" intelectualmente. Está visto que todos estos "intelectualillos" no aprecian la libertad. Poco a poco, hablando con esta gente y con todos los que se nutren con El País, por ejemplo, tengo la esperanza de ir quitando esa costra dura (de dinosaurios) y que vayan entrando un poco en razón. Quizá sea ingenuo, pero en mi ambiente me rodean muchos enamorados del pensamiento políticamente correcto, y cada vez les veo más inermes ante la situación actual y cada vez la realidad les enfrenta más a sus contradicciones. Gracias a don Carlos.
como siempre un genial artículo, magistralmente escueto.
Resulta tan fácil desmontar a esta chusma que da hasta pena hacerlo. Pero con la sencillez y elegancia de don Carlos ya no está al alcance de cualquiera.
D. Carlos, el actor y el caricaturista se consideran intelectuales y, como la gran mayoría de ellos, ignoran como funcionan el mercado, consideran que éste no les valora como se merecen y envidian que en él se ganen mejor la vida gente que ellos creen menos sensible o preparada. Desde esa perspectiva no cabe sino el odio al mercado.
P.D.: Puede que, por error, haya repetido el comentario, si así fuera pido disculpas.