A mi viejo amigo Francisco Cabrillo le gusta recordar el lema de la tertulia de Pío Baroja, que era "todo está muy mal". Es un lema, empero, peligroso si se convierte, como suele suceder, en combustible antiliberal.
¿Está moribunda la Seguridad Social en EE UU? Así se pregunta el profesor Carmelo Mesa-Lago en El País y, antes de que uno reflexione sobre el curioso hecho de que en realidad pocos en Europa pensaban que tal cosa existía, se responde: "Si los neoliberales ganan las elecciones de noviembre, peligra el sistema público de pensiones". Lo primero que cabe pensar es que el sistema peligra porque al no ser en realidad un sistema de pensiones queda expuesto a la demografía. Don Carmelo lo admite, pero añade que siempre está a mano la solución de pagar menos pensiones y exigir más cotizaciones. Lo que le parece mal no es esto sino los que quieren privatizar la S.S. Ahí están los enemigos, para los que acuña un tremendo neologismo: "ultraneoliberales". Augura toda clase de males si las pensiones son privadas, y cita al héroe Obama: "Lucharé con todas mis fuerzas para parar a los que quieren jugar en Wall Street con vuestras pensiones". O sea que con el sistema público, donde las pensiones quedan en manos de los políticos, ahí no hay juego. Sólo lo hay cuando las pensiones pasan a ser de los pensionistas. En ese caso, en el caso de la libertad, todo está muy mal.
Afirmó Gabriela Cañas: "Los consejos de administración siguen siendo coto vedado a las mujeres y no hay cuotas que valgan en los mercados, que, como la crisis ha demostrado, son los que mandan". Los cotos tienen que ver con la propiedad, y eso es lo que le parece mal a doña Gabriela, que las personas decidan sobre lo que es suyo. Para justificar su recelo ante la libertad recurre a un argumento clásico: no hay poder político sino poder económico. Contra toda evidencia, proclama que unos señores que suben los impuestos, que controlan, vigilan, prohíben, regulan y multan, esos no son los que mandan. Y por eso, todo está muy mal.
Verónica Calderón habló en el mismo diario de: "la juventud perdida de Latinoamérica", subcontinente que padece una tasa de paro juvenil del 45 % y donde "la falta de apoyo público y el alto empleo informal traban el ascenso social"; los jóvenes no tienen oportunidades porque en América Latina carecen de "la protección social de los países europeos". Mil veces repetido y hondamente enraizado en el pensamiento único, este argumento es notable. Por un lado, doña Verónica nos habla de una elevada tasa de paro juvenil y al mismo tiempo de un alto empleo informal. Ese elevado empleo refuta la tasa oficial y también la idea de que lo malo de América Latina es que su intervencionismo laboral no es tan alto como en Europa. Y hablando de Europa, doña Verónica ¿qué me dice usted del paro juvenil aquí? ¿Qué hemos logrado en España y Europa con tanto apoyo público y tanta protección social? Si todo está muy mal al otro del lado del mar, ¿cómo está aquí?
Parecida es la desorientación de Justo Zambrana, también en El País. Dice que la burbuja inmobiliaria fue provocada por la "liberalización del suelo", que es bueno aumentar el déficit para "intentar frenar la brutalidad del ajuste", que "liquidado el mito de que los mercados autorregulados son capaces de equilibrarse por sí mismos, hay que recurrir a Keynes, pidiendo mayor gobernanza económica global y mucha más regulación", y que "la exuberancia irracional de los mercados conduce a las burbujas". Pero ninguna liberalización y ninguna exuberancia habrían podido producir una burbuja tan copiosa si no hubiese habido una expansión de la liquidez debida a los bancos centrales, autoridades públicas. No es verdad que en el mundo rijan los mercados libres sino esa misma "gobernanza" y regulación que tanto desea, y que evidentemente piensa que no padecen irracionalidad alguna, que se autorregulan y se equilibran en beneficio de todos. Ya se sabe, si hay libertad, todo está muy mal.