Los niños "corren graves riesgos" si van al colegio, advierten las mafias sindicales. "Yo mañana no iré a clase, no vaya a haber piquetes. No tengo ganas de líos", dice una chica universitaria. "Yo, por si las moscas, cierro"... Expresiones semejantes se oyen a menudo ante la amenaza de huelga de UGT y CCOO. Porque la gente tiene desde hace años la impresión de que la justicia y la policía no van a proteger sus derechos y dejarán hacer a los matones. ¿Vivimos en una democracia?
Los sindicatos principales son auténticas mafias. ¿Por qué lo digo? Porque son grupos de liberados y mandamases subvencionados, que no hacen públicas sus cuentas, que mantienen en viejas ideas, tópicos, mejor, de un marxismo simplón y tienden a la intimidación y a la violencia. Y se creen con derecho a imponer sus ideúchas políticas. Recuerdo cuando unos fantasmones de UGT fueron a exigir a las Cortes que tomaran medidas contra actos como la entrevista que me hizo Dávila en TVE2. Me han hablado de cómo hicieron la vida imposible a Isabel San Sebastián en la televisión madrileña, o cómo presionan políticamente a la dirección de esta. No son propiamente asociaciones dedicadas a los problemas económicos de los trabajadores, sino algo muy distinto
En una democracia asentada, la huelga general estaría prohibida, por su carácter político. Y también los piquetes, ya que los sindicatos tienen medios de sobra para informar a la gente de sus propuestas de huelga. Pero ellos saben que sin la intimidación de los piquetes "informativos" lograrían tan poco como cotizaciones de los obreros.
¿Por qué esa impunidad para los matones? La cosa viene de la Transición, cuando a la crisis económica respondían los sindicatos con incesantes huelgas que arruinaban a muchas empresas y profundizaban la crisis, y al mismo tiempo presionaban en pro de la ruptura, en vez de la reforma democrática. Entonces no se vio otra solución que comprar a los jerifaltes sindicales con subvenciones, prebendas y privilegios. Tal vez entonces fue inevitable, dada la fragilidad de un proceso en marcha. Pero han pasado ya muchos años, los trabajadores en general han adquirido experiencia de lo que es esa demagogia comunistoide, y ya es hora de poner fin a la farsa.
Los sindicatos no tienen la menor idea de cómo salir de la crisis, y tampoco atacan al Gobierno, que no ha hecho más que negarla cuando ya hacía estragos, y no va a tener más remedio –porque se lo han impuesto Merkel y Obama– que adoptar medidas dolorosas para todos, las medidas que en su demagogia corruptora y derrochadora querían evitar. Los sindicatos lo saben perfectamente. Pero tienen que hacer la comedia y tratar de dirigir la indignación "contra los ricos", y, en Madrid, contra Esperanza Aguirre. Un aspecto de la regeneración democrática imprescindible pasa por acabar de una vez con estos matonismos privilegiados.