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Carlos Rodríguez Braun

Idólatras y salvajes

Alegar que la reforma laboral es "la mayor agresión que han sufrido los derechos de los trabajadores en nuestra historia" ignora que antes de la reforma laboral vinieron los cuatro millones y medio de parados generados con la legislación sin reformar.

El último boletín de la Pastoral Obrera de la Archidiócesis de Sevilla invita a respaldar la huelga general, alegando que la legislación laboral "tiene un marcado carácter idolátrico, ya que nace y responde a un contexto en el que la economía de mercado se ha convertido en un absoluto que invade todos los campos de la existencia humana". Y el comisario europeo de Mercado Interior, Michael Barnier, declaró que "ningún mercado financiero pueda permitirse el lujo de seguir siendo el salvaje Oeste".

Mientras los medios de comunicación se regodearon en las aclaraciones que la jerarquía católica –en Sevilla igual que en otros lugares de España– se apresuró a formular en el sentido de que la Iglesia ni apoya ni deja de apoyar la huelga, porque su misión no estriba en secundar o rechazar convocatorias de este tipo, nadie prestó atención al erróneo mensaje de la Pastoral Obrera, porque alegar que la reforma laboral es "la mayor agresión que han sufrido los derechos de los trabajadores en nuestra historia reciente" ignora que antes de la reforma laboral vinieron los cuatro millones y medio de parados generados con la legislación sin reformar: ¿no son ellos una agresión suficiente? También es equivocado pensar que en una sociedad donde las Administraciones Públicas arrebatan directamente todos los años la mitad de la riqueza que generan los ciudadanos, y controlan buena parte de la otra mitad, es una sociedad donde toda –¡toda!– la existencia humana está invadida por el mercado.

Y un disparate con todas las letras es el del señor comisario, un disparate más absurdo y menos justificado que el de la Pastoral Obrera, porque él sí tiene la obligación de saber que los mercados financieros no son selvas anárquicas sino instituciones reguladas por autoridades públicas, empezando por entidades oficiales y para colmo monopólicas llamadas bancos centrales.

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