Que al presidente del Gobierno todo le importa un bledo con tal de mantenerse en el poder es algo ya de sobra sabido. Que su política es completamente antisocial lo demuestran claramente las escandalosas cifras del paro, por mucho que se le llene la boca con la palabra ‘social’. Ahora puede rizar el rizo y no sólo tomar una nueva decisión tan insolidaria como las que adoptó en relación con el estatuto catalán, sino que, una vez más, y con la misma medida, puede dar un nuevo y duro golpe a las costuras de España, ya muy resentidas desde que Zapatero llegó al poder. Se trata de la posible cesión al País Vasco de la gestión de las pensiones a cambio del voto del PNV que salve los presupuestos para 2011 y al propio Ejecutivo. Hacerlo sería una grave irresponsabilidad.
Ceder la gestión de las pensiones implicaría romper la caja única de la Seguridad Social. La caja única garantiza que aquellos territorios en que los ingresos por cotizaciones sociales no alcancen para pagar las pensiones cubren su déficit con las transferencias de recursos procedentes de regiones más ricas que realiza el sistema público de pensiones. Es, por tanto, un mecanismo de cohesión social y, a través de él, de unidad de España. El riesgo que se corre es que si ahora se cede esa gestión a una comunidad como el País Vasco, que tiene régimen foral y, por tanto, que establece y recauda todos los impuestos estatales en su territorio y luego cede al Estado una parte, el denominado cupo vasco, el Gobierno regional pueda decidir subir las pensiones públicas vascas y financiar ese incremento con el dinero que transfiere al Estado, reduciendo éste y, por tanto, los ingresos de la Seguridad Social estatal. Vamos, que se utilizaría ese dinero para que los jubilados vascos cobren más en detrimento del resto, rompiendo de esta forma el mecanismo de solidaridad interterritorial que supone la caja única de la Seguridad Social.
Esta política conlleva varios peligros. El primero de ellos es que esa cesión implique que otras autonomías demanden, y consigan, lo mismo, especialmente Cataluña, que viene reivindicando esta transferencia desde hace tiempo para que sus pensionistas vivan mejor a costa de romper el principio de solidaridad territorial. Eso implica que lo que quedara de Seguridad Social tendría menos ingresos para financiar las pensiones en regiones donde, por su bajo nivel de renta o por el envejecimiento de su población, los ingresos por cotizaciones no alcanzan, ni de lejos, para pagar esta prestación social, con lo cual, o se baja la pensión, empobreciendo a los jubilados, o se suben las cotizaciones, dando lugar a aumentos del paro y procesos de deslocalización de empresas hacia los territorios con cotizaciones sociales más bajas, lo cual agravaría aún más el problema. Siempre se podría pensar que el presupuesto del Estado podría actuar como mecanismo compensador, pero tal y como lo está dejando Zapatero, cargado de deudas y más deudas, este instrumento no cuenta ya con capacidad para asumir ese tipo de compromisos. En consecuencia, la ruptura de la caja única de la Seguridad Social empobrecería a los más pobres para enriquecer a los más ricos. Esta es la política social de ZP, que sacrifica todo, incluso sus principios, a su afán desmedido por permanecer en el poder cueste lo que cueste. Y ya empezamos a vislumbrar lo muy onerosa que va a resultar la factura si alguien antes no le pone remedio.
Además, la Seguridad Social, al mantener la caja única y establecer los mismos criterios para la percepción de una pensión pública en todo el territorio nacional, es uno de los pocos elementos, y de los más importantes, que aún preservan la unidad de España. Con una unidad de mercado hecha añicos completamente a cuenta del disparate de las diferentes regulaciones autonómicas sobre casi cualquier aspecto de la vida económica del país, la Seguridad Social se erige como una de las pocas costuras que aún mantienen unido todo esto, a través de su carácter de elemento de solidaridad interterritorial. Pues bien, Zapatero está a punto de darle el tijeretazo definitivo y desvertebrar el país un poco más de lo que ya lo está haciendo, que es mucho.
La única esperanza es que, ante semejante ejercicio de irresponsabilidad y egoísmo político, los socialistas vascos, que ya se han pronunciado en repetidas ocasiones en contra de romper la caja única de la Seguridad Social, se nieguen a aceptar la propuesta de Zapatero y den al traste con sus planes. La cuestión es si serán capaces de llegar tan lejos, sabiendo como saben que ello puede implicar un duro golpe para el Gobierno nacional y, en última instancia, el adelanto de unas elecciones que el PSOE puede perder.