Escribió Sami Naïr en El País: "La crisis actual muestra no sólo el carácter despiadado del capitalismo liberal y financiero –despiadado en el sentido de que lo único que le importa es sacar el máximo beneficio en detrimento del derecho y de la vida de millones de seres humanos explotados, excluidos y humillados por el desempleo–, sino también la dramática impotencia de las fuerzas progresistas y, muy en particular, de la izquierda europea para ofrecer una alternativa creíble frente a los errores de este sistema".
Lo primero que llama la atención es que atribuya la crisis al capitalismo "liberal y financiero". Si la economía llamada capitalista está bastante intervenida en todas partes, en ninguna parte está más intervenida que en el sector financiero, ampliamente regulado por organismos públicos monopólicos llamados bancos centrales. ¿No ha observado el señor Naïr que el dinero no se vende en tiendas privadas igual que los helados de fresa?
El segundo punto, tan interesante como alarmante, es que el distinguido articulista confiera a los sistemas políticos y económicos la capacidad de experimentar sentimientos. Si el capitalismo es despiadado, entonces por lógica habrá que entender que el socialismo es cariñoso. Tras cien millones de trabajadores asesinados en los países del llamado socialismo real, es imposible de don Sami crea semejante barbaridad. Por tanto, seguramente creerá que lo que es cariñoso es un capitalismo que no sea liberal. Pero en los países llamados capitalistas el Estado arrebata a sus súbditos la mitad de lo que producen todos los años, y regula severamente lo que hacen con la otra mitad. Deberemos concluir con desasosiego que el señor Naïr estima que semejante coacción es aún insuficiente para que el sistema ame realmente a sus regocijados súbditos.
El tercer dislate de don Sami es atribuir al capitalismo liberal la explotación, la exclusión, la humillación y el paro. Igual piensa que con aún menos libertad esas deficiencias desaparecerían, lo que es bastante cuestionable. Además, si el capitalismo supuestamente liberal ignora la suerte de sus víctimas ¿qué creerá don Sami que hace la política intervencionista?
Y así llegamos a la cuarta perla. El sistema ahora tiene "errores", con lo que no podremos calificarlo de despiadado sino de equivocado. Pero no pidamos coherencia a don Sami, abrumado como está porque la bondadosa izquierda, ante tanta perversión evidente del capitalismo liberal, no consigue que la gente en masa confíe en su prédica progresista de que todo se arregla con aún más opresión.