Como decíamos ayer, puede que la transición a un sistema de capitalización de pensiones no sea barata, pero la conservación de las fraudulentas e ineficientes pensiones públicas tampoco lo es; ni en términos de los pagos futuros a los que tendrá que hacer frente el sector público (léase: los sufridos trabajadores españoles... si es que queda alguno) ni, sobre todo, en términos de coste de oportunidad. Porque tal vez no nos podamos permitir la suspensión de pagos de un sector público que ha hecho todos los méritos para quebrar, pero desde luego no nos podemos permitir que los políticos mantengan en la pobreza a toda la clase media con tal de no perder capacidad para comprar votos y voluntades manejando la Seguridad Social.
Desde el PSOE ya hace tiempo que no niegan la mayor: el actual sistema de pensiones –ése que tras el expolio sistemático de toda una vida laboral apenas es capaz de sufragar pensiones medias de 890 euros mensuales– es insostenible y en los próximos años deberá rebajar, aún más, las ya de por sí míseras (¿indignas, en argot socialista?) pensiones públicas. ¿Hay alternativa? ¿Acaso no ofrece el capitalismo algo mejor?
Sí, la hay, pero para ello debemos desprendernos de los pauperizadores dogmas socialistas que vienen dominando Europa desde hace más de un siglo. Crucemos el charco y observemos qué sucede en Chile. Allí, que desde hace 30 años disfrutan de un sistema de previsión privado, las pensiones no menguan sino que crecen exponencialmente. ¿Incluso en medio de la mayor crisis desde la Gran Depresión? Sí, incluso ahora, incluso en un momento en el que las finanzas de casi todos los Estados del mundo se tambalean por los impagables compromisos populistas que asumieron durante las últimas décadas.
Entre agosto de 2009 y julio de 2010, los fondos de pensiones privados chilenos se revalorizaron en términos reales (descontada la inflación) alrededor de un 15%. ¿Flor de un año? No exactamente: desde 2002 se han apreciado de media un 9% anual y desde 1981, un 9,5%. Quizá los porcentajes no les digan mucho, pero si los traducimos en euros contantes y sonantes quizá comiencen a apreciar más claramente lo escandaloso del sistema público que padecemos.
Si desde 2002 hubiésemos obtenido una rentabilidad media anual del 9% sobre la contribución media de cada español a la Seguridad Social –6.000 euros anuales–, hoy disfrutaríamos de un patrimonio adicional de 72.000 euros. No sólo eso, dado que ese patrimonio seguiría rentando de media un 9% al año, nuestra pensión mensual –¡con sólo ocho años de cotización!– sería de 540 euros al mes, el 60% de esa exigua pensión media de 890 euros que hoy paga el sistema público español y bastante más que ese aguinaldo de 420 euros al mes que hoy distribuye el Gobierno para aliviar la situación de los parados de largo duración a los que él impide trabajar (¿no sería mejor que liberalizara el mercado laboral y les dejara acumular un cuantioso patrimonio del que ir echando mano en momentos de necesidad?).
¿Y qué sucedería si, como ha pasado en Chile, nuestra cotización a la Seguridad Social de 6.000 euros anuales se capitalizara al 9,5% durante 30 años? Pues que gozaríamos de un patrimonio adicional de casi un millón de euros y de una pensión media anual de 95.000 euros (después de descontar inflación, insisto). ¿Qué tenemos hoy? Nada, miseria y compañía: sistemas públicos de pensiones que además ni siquiera pueden sostenerse y una clase media apaleada durante toda su vida laboral y también después de ella. Pero eso sí, todo muy igualitario, muy progresista y muy europeo. Con el socialismo se vive mejor, ya sabe.
PD: El argumento de que la economía española está mucho peor que la chilena y que no lograremos revalorizar nuestro capital a un 9,5% anual no me sirve, porque siempre tenemos la alternativa de invertir en el mercado de valores de chileno. Al menos, hasta que algún solidario socialista nos imponga un control de capitales.