Suscribo todo y añado. En mi experiencia, lo que para mí puede ser prescindible puede no serlo para otro, y viceversa. Y no por el hecho de ser prescindible para mí es un capricho -algo superfluo, innecesario- para el otro. Puede ser lo que le haga sentirse seguro de sí mismo, o lo que necesite para tener un descanso de calidad que le permita realizar un trabajo de calidad. Según esto, calificar de superfluo aquello que yo no necesito no es sólo un ataque a la libertad del otro, puede ser además un ataque a la producción de trabajo de calidad por parte del otro.
En mi opinión, la razón última de ser del mercado es somos diferentes incluso en nuestras necesidades.
¿Seducción no es lo que ha hecho Zapatero contándonos mil y una milongas irrealizables y disparatadas y que se han terminado creyendo la mitad de los españoles? ¡Vaya intelectual de pacotilla que está hecho este Marina...!
Totalmente de acuerdo.
Las únicas colas que a estos dos pájaros de cuenta les gusta fomentar, igual que a su jefe el niñato iluminado, son las del paro. Y en eso están.
Manda güevos.
Por otra parte, es curioso cómo la ética "progresista" ampara e, incluso, recomienda otros caprichos, como el aborto o los cambios de sexo.
Aquí estoy generalizando y no soy justo, porque hay abortos que no son caprichosos (para salvar la vida a la madre, por ejemplo) y hay operaciones de cambio de sexo (o "cirugía de reasignación sexual" como le llaman ahora) que no son meros caprichos.
Es significativo el miedo a la libertad que tienen muchos autodenominados progresistas, quienes "parecen" sentirse superiores a los demás. Siempre están dándonos lecciones de lo que es bueno y malo, siempre van contra todo lo que nos hace avanzar. Un I-Phone, un libro electrónico, una radio o TV digital, pueden ser muy pelegrosos para aquellos que quieren dominar los pocos medios de comunicación de masas de un pais. Con estos instrumentos tan "peligrosos" las personas oirán, verán y leerán opiniones distintas a las suyas.
Cuando tengo que hablar de Marina, siempre recuerdo un debate de TV en el que, entre otros intelectuales, estaba Gustavo Bueno y Marina. Este no aguantó al inquisitivo Bueno, se levantó y se fue del estudio muy indignado. Me quedé asombrado del poco aplomo y aguante de Marina y, si hasta entonces, mi opinión sobre él es que se trataba de un intelectual políticamente correcto, desde entonces lo que creo es que es una persona arrogante, falsamente sencilla, y, desde luego, que viviría muy bien en una dictadura, pontificando en uno u otro sentido o desde uno u otro bando de los enemigos de la libertad.