Félix de Piniés Rubio llegó a EEUU en el año 1951 con 26 años. Licenciado en medicina por la Universidad de Madrid, había ganado un puesto de interno en el Hospital Provincial en la especialidad de otorrinolaringología. La plaza de interno duraba el tiempo de la especialidad y una vez concluido, en la España de los años 50, no había futuro profesional. No se lo pensó dos veces y decidió emigrar.
Llegó a Estados Unidos con la ilusión de aprender cuanto pudiera y volver con todo el bagaje a su país natal. Tuvo suerte al aterrizar en EEUU en plena guerra de Corea. Había escasez de médicos, y pese a no reconocer los títulos extranjeros, había sitio para el puesto de residente en varios hospitales. Durante unos años de frenética actividad, el doctor De Piniés compaginó el estudio con el trabajo, licenciándose, de nuevo, en medicina por la Universidad de Nueva York y obteniendo el título de médico americano en 1956. Había pasado cinco años fuera, había formado una familia y consideraba que era el momento de volver a su patria y llevar lo mucho que había aprendido en América.
La vuelta fue muy difícil. España no había cambiado y las plazas médicas habían ido corriendo. Acomodar y encajar a una persona de fuera no se planteaba y el valor añadido que pudiera suponer a la especialidad se limitaba a la simple competitividad entre compañeros. Decepcionado, tras intentos varios por acomodarse, recibe una oferta irrenunciable por parte del doctor Limback, director del Eye and Ear Infirmery de Nueva York para trabajar en su consulta privada. Seis meses después, pone de nuevo rumbo a Nueva York junto a su mujer, Carmen del Río y su hija, Carmen. Fue la última vez que residió en España.
La carrera del doctor De Piniés en EEUU discurre en la especialidad de otorrinolaringología, alcanzando las cotas más altas. Director durante dieciocho años del Eye and Ear Infirmery de Nueva York, perteneciente a la American Academy of Ophthamology and Otolarygology, llegando a ser miembro del consejo del prestigioso American Board of Otolarygology. Punto de contacto para cuantos médicos españoles visitaban el Nueva York de los años 60, 70, 80 y 90, el doctor De Piniés formaba grupo junto con otros médicos españoles asentados en Nueva York: el premio Nobel, Severo Ochoa, y el oftalmólogo Ramón Castroviejo. Ambos pacientes suyos y con quienes le unían lazos de gran amistad como compatriotas que vivían y trabajaban en Norteamérica.
Tener la oportunidad de conversar con una persona como el doctor De Piniés es muy interesante porque, además de relatarte en primera persona sus experiencias, te identifica con nitidez las diferencias que ha ido encontrando a lo largo de su vida entre el país que dejó y el país que le acogió. Más aún, cuando el país que le acogió ha sido EEUU, líder indiscutible en multitud de disciplinas. ¿Somos tan distintos? Aquí, el doctor señala un aspecto para él vital en su profesión de médico. El médico americano se distingue por su hacer diario y esto se traduce en su reconocimiento y en la acumulación de méritos, aspectos que paulatinamente le van ascendiendo en la profesión. Junto a ello, las pruebas, exámenes, formación y experiencia, se encadenan a lo largo de su carrera profesional hasta el día en que se jubila. Frente a este sistema, el doctor observa que en España el régimen de oposición continúa siendo la llave de acceso a la profesión. Es un punto de inflexión en la preparación del profesional médico y a partir de la obtención de la plaza, el sistema puede llegar a frustrar a grandes profesionales. Pero, si al sistema de oposición le añadimos condicionantes políticos que intervienen en la profesión médica, el resultado es la tan discutida competitividad de la medicina española a escala mundial.
La analogía entre la experiencia vivida por el doctor De Piniés y la situación presente española, falta de trabajo, limitación en los recursos económicos y un futuro más que lúgubre para las nuevas generaciones, hace pensar a cualquiera sobre los más de sesenta años transcurridos desde aquel 1951 en que el doctor De Piniés se fue a América. ¿Se puede repetir tan pronto la misma historia? Las nuevas generaciones de estudiantes españoles, si algo les caracteriza, es el colosal esfuerzo por parte de ellos y de sus padres para alcanzar la mejor formación posible. Sin embargo, en este momento, España, ¿qué futuro les ofrece? Falta de dinero, falta de trabajo, falta de continuidad, falta de competitividad, pero sobre todo y es lo más decepcionante de todo, una gran falta de proyección política cuya finalidad sea aprovechar estos profesionales. Eso sí, España sigue, y parece que seguirá, brindando al mundo primeras espadas que por una razón u otra siguen viéndose avocados a abandonar su país natal. Una política previsora contemplaría, al menos, acogerles de forma indefinida y en condiciones cuando puedan volver. Pero, mucho me temo que esta parte de la historia también se repite.