Hace ahora cuatro siglos España estaba en una situación financiera muy parecida a la actual. Durante la primera década del siglo XVII, Felipe III y el Duque de Lerma expandieron el gasto público y desequilibraron las cuentas incurriendo en un déficit que puso en jaque a toda la economía española. Al igual que ocurrió el pasado mes de mayo, la hacienda pública del hijo de Felipe II entro en quiebra técnica y los españoles sufrieron las consecuencias de las políticas irresponsables y manirrotas de sus gobernantes. Todo igualito que ahora.
A lo que no llegaron nuestros gobernantes hace 400 años es a tener la desfachatez de decirnos que nuestros impuestos "son muy bajos" cuando nuestra renta disponible –a los que por fortuna seguimos disponiendo de ella– a duras penas nos dan para llegar a fin de mes. Pues eso, ni más ni menos, es lo que ha hecho José Blanco este fin de semana y lo que llevan repitiendo Zapatero y Salgado desde el debate del estado de la nación para ir preparando la enésima subida de impuestos. Claro que Felipe III aprendió economía de su preceptor, García de Loaysa, un hombre culto y prudente que dedicó años a la formación de su alumno, mientras Zapatero aprendió en dos tardes de Jordi Sevilla, un preparado economista keynesiano que como todos los de su escuela carece de la más mínima prudencia.
Loaysa explicó a su pupilo que no tenía derecho alguno sobre los bienes y la renta de sus súbditos de tal forma que pudiera tomarlos para él o transferirlos a otros. También le enseñó que si realmente la hacienda real estaba en apuros debía esforzarse en recortar los gastos y si aun así era necesario recaudar más, debía explicar el motivo a la ciudadanía para que esta decidiera voluntariamente si estaba dispuesta a pagar más impuestos o no. Juan de Mariana, quien a su vez aconsejaba a Loaysa sobre los contenidos de las instrucciones al príncipe, añadió que quienes sostienen lo contrario "son los charlatanes y aduladores, que tanto abundan en los palacios."
Zapatero no necesita estar rodeado de charlatanes y aduladores para darnos otra vuelta de tuerca impositiva y sin embargo cuenta con una legión de fieles que nos repiten una y otra vez que si queremos servicios públicos decentes debemos pagar mucho más. Es la misma cantinela de siempre. La verdad es que si queremos mejores servicios públicos lo que necesitamos es recortar el gasto público de modo que el Estado deje de abarcar tantos aspectos de la vida de los ciudadanos y así fomentar que los servicios públicos los desarrolle y los ofrezca la sociedad civil. Esta crisis requiere adelgazar el Estado, como bien explicaba Mariana hace cuatro siglos. Tratar de salir de esta crisis cebando el leviatán conllevaría estrangular las posibilidades futuras de crecimiento de este país y requeriría seguir estableciendo nuevos impuestos que, como bien explicaba Juan de Mariana, irían "reduciendo poco a poco a la miseria a quienes hasta hace poco eran ricos y felices". "Proceder así", concluía el sabio autor, "sería obrar como un tirano, que todo lo mide por su codicia y se arroga todos los poderes".