El servicio de predicción meteorológica de mi teléfono móvil es una parodia de Zapatero. La aplicación, entre otros datos, publica las temperaturas máximas y mínimas previstas para ese mismo día, así como para los cinco siguientes. En ocasiones, una divertida contradicción manifiesta en todo su esplendor el poco interés por los detalles de sus programadores. Hace poco, por ejemplo, indicaba que en ese mismo día la temperatura oscilaría entre los 26ºC y los 35ºC, pero para mi sorpresa, junto a esa predicción del día presente, se informaba de que la temperatura medida en la ciudad era de 37ºC. Es decir, que hasta las predicciones que se pueden actualizar en el momento de medir la temperatura pueden fallar. Solamente necesitan la incompetencia humana adecuada.
En economía a menudo se habla del nowcasting, es decir, de la predicción del presente. Hace un par de semanas Tim Harford, del Financial Times, recordaba que ese mismo periódico publicó durante los primeros días de 2008 que "Estados Unidos no caería en la recesión". Lo curioso, afirmaba el columnista, no es que esa predicción no se fuera a cumplir, sino que ya era errónea el día en el que se publicó. La recesión americana comenzó durante los últimos meses de 2007. El problema es que los datos tardan meses en ser recogidos y publicados, dado el tamaño y la complejidad de una economía desarrollada como la americana.
Esta dificultad para los economistas, no ya de predecir el futuro, cosa impensable, sino simplemente de decir qué está sucediendo en el presente, es a menudo motivo de burla hacia los organismos de medición de la economía, medios de comunicación y profesionales de renombre. Es igualmente razonable tardar tiempo en publicar los datos económicos del presente, que satirizar las meteduras de pata que se producen durante esos meses. Sin embargo, los errores en el nowcasting son superados por una tercera derivada bien conocida en España: fallar en la predicción del pasado. O sea, negar que lo que todo el mundo ve sea cierto.
Cuando se produjo el famoso debate electoral entre Solbes y Pizarro los datos ya estaban sobre la mesa: el paro aumentaba, la actividad económica se desplomaba a un ritmo jamás visto, el consumo caía y el superávit fiscal se había evaporado en cuestión de horas. Sin embargo, el entonces ministro de Economía, siguiendo las directrices de su jefe, el presidente Zapatero, negó que la economía española tuviera problemas. "Desde el PP se habla de crisis, e incluso de recesión, lo que ya empieza a resultar algo molesto", afirmó con aire cansado ante un atónito Pizarro. Este caso, como decía, me recuerda a cuando mi móvil no es capaz de acertar la predicción del tiempo con los datos ya publicados. Pero es distinto. Hace tiempo ya de aquel debate, pero da la sensación de que cuanto más tiempo pasa, más de actualidad está, pues buena parte del daño que hace ahora la crisis viene de ese año perdido. Y es que aquella muestra de gestión desastrosa se encuentra en la zona en la que los errores de predicción del pasado no se producen por un error técnico, sino por un ciego caso de negación de la realidad.