Un país con un déficit por cuenta corriente del 3,3% de su PIB necesariamente depende de la financiación exterior para cuadrar sus cuentas macroeconómicas. Si a esto se le une un déficit público estructural de más del 9%, una deuda pública estimada por el FMI en el 93% a finales de año –deuda, por otro lado, en manos extranjeras en más de una cuarta parte–, la suma de datos nos retrata un país económicamente vulnerable y a merced de los avatares del capital internacional. Pero si, además, se añade el detalle de que la deuda pública del país en cuestión sólo tiene un riesgo país de 25 puntos básicos, el diferencial que separa su deuda a 10 años con Alemania, entendemos que se trata del país de la oportunidad y de la libertad: los Estados Unidos de América, y que por su condición de mercado de refugio, o "safe haven", no hay nada que temer. Su crédito es semper eternum. ¿O no?
Estados Unidos presenta unos niveles de productividad envidiables, junto con tecnología puntera a escala mundial, aparte de contar con el aparto militar más formidable del mundo. Luego, una preocupación excesiva por la situación financiera y el riesgo país americano podría parecer excesiva. No obstante, la historia, pese a servir poco de referencia para el presente, está repleta de ejemplos de primeras potencias que se han desgastado y quebrado por el despilfarro y el gasto militar; sin ir más lejos, el caso de España. Por ello, conviene revisar el guión del estado actual de la economía del país americano, porque cuando Estados Unidos estornuda, el resto del mundo se acatarra. Sirva de aviso para los gobernantes que confían en el motor de los Estados Unidos para capear el temporal y evitar los políticamente costosos y difíciles ajustes en casa.
La economía americana debería de estar reaccionando positivamente a los ingentes estímulos de gasto público de los últimos tres años. Sin embargo, parece que la primera economía del mundo empieza a encallar. Veamos los últimos datos: si bien es cierto que el PIB norteamericano creció a un pujante 5% en tasa anualizada en el último trimestre del año 2009, el primer trimestre arroja un 3,7% y el segundo tan sólo el 2,4%. Hay quienes piensan que la economía norteamericana podría estancarse en el entorno del 1% ó 1,5% en la segunda mitad del año, ritmos a los que actualmente crece el consumo privado e insuficientes para reducir el desempleo. Lo cual supone un lastre para toda la economía y en particular para el sector público con su abultada deuda.
La dinámica de la deuda requiere que la tasa de crecimiento de la economía exceda la tasa de interés para mantener la relación deuda-PIB estable o decreciente. En la situación actual, ¿cuánto tardarán los mercados internacionales en exigir un precio mayor, es decir una tasa de interés más elevada, para seguir prestando a los Estados Unidos? ¿Mantendrá la calificación máxima por parte de las agencias de rating?
Como tuvimos ocasión de ver en la última crónica de viaje, todos los indicadores de actividad en los Estados Unidos apuntan a un freno en la economía con la excepción de los resultados boyantes de las empresas más grandes. Pero con el consumo privado creciendo tan nimiamente, las empresas no están invirtiendo.
Ante esta tesitura, la FED de Ben Bernanke seguramente mantendrá los tipos monetarios en sus registros más bajos. Y la Administración de Obama se verá seriamente tentada a incrementar el gasto para regenerar la actividad, especialmente ante la cita electoral de noviembre para el Senado y la Cámara de los Representantes. Y precisamente por ello, quedará por verse cómo reaccionarán los mercados ante una nueva oleada de estímulos fiscales, incluyendo más gasto público. Porque, eso sí, cuantas medidas efectivas se conocen para activar la economía, este país las pone en marcha, sean nuevas inversiones o nuevos recortes en la presión fiscal. Pero es que, pese a todo, los mercados internacionales son implacables, incluso con países como Estados Unidos, y es muy posible que obliguen al presidente Obama a ser más prudente en el gasto de lo que ha sido en los últimos años. Estaremos a tiempo de verlo en los próximos meses y sirva, una vez más, de aviso a navegantes: los mercados internacionales no se la juegan y si avistan dificultades, o se toman medidas o se toman medidas.
La reacción de la Administración Obama ante los últimos datos macroeconómicos podría ser una de esas ocasiones clave en la historia de un país, que por muy poderoso y rico que sea, ha de tener en cuenta que todo en esta vida tiene un límite y, si se pasa, las consecuencias pueden ser nefastas para el futuro económico del país, y siendo el caso los Estados Unidos, también del resto del mundo.