Dice la responsable del Ministerio de Igualdad, una de esas monstruosas burocracias que en pos del sentido común y la austeridad deberían ser eliminadas de inmediato, que la actual crisis económica habría resultado mucho más llevadera si el banco de inversión Lehman Brothers se hubiera denominado 'Lehman Sisters', esto es, si hubiese estado dirigido por mujeres.
Por extraño (o no) que puede parecer, la estupidez no es original de Aído, ni siquiera de la directora de Informativos de Antena 3, Gloria Lomana, quien hace unas semanas repitió esta misma boutade. Tampoco la bobada fue alumbrada por la diputada laborista Harriet Harman, quien hace meses insistió en este mismo discurso.
La gestación de esta consigna parece haberse originado hace año y medio por la periodista del seminario ingles The Observer, Ruth Sunderland, que incluso llegó incluso a organizar una mesa redonda para reflexionar sobre el papel del machismo en esta crisis. En el panel, las diferentes ponentes –todas mujeres– expusieron la opinión mayoritaria de que "sin lugar a dudas, el excesivo machismo ha jugado un papel decisivo en esta crisis; ha sido la idea de que siempre debes ser mejor que el resto y batir a tus rivales"; "si hubiese habido más presencia femenina en las empresas, habríamos adoptado una visión más largoplacista"; o "necesitas una influencia moderadora de toda esa testosterona".
No sólo debería preocuparnos que nuestros políticos y periodistas sean presas fáciles de las ocurrencias disparatadas de una mesa redonda organizada por una periodista inglesa –así se teje la propaganda que más tarde se traduce en políticas públicas dirigidas a estrangular nuestras libertades y nuestros bolsillos–, sino también la facilidad con la que la población asimila unos argumentos tan torpes que apenas saben distinguir entre una débil correlación de directivos masculinos y crisis económica y una firme relación de causalidad entre ambas variables.
No está de más recordar que la hipótesis básica en que se basan la mayoría de las ponentes es simplemente falsa: aun en el supuesto de que las mujeres fueran más conservadoras y largoplacistas que los hombres, hasta 2007 prácticamente todos los inversores –hombres o mujeres– no fueron conscientes de los riesgos en los que estaban incurriendo al apalancarse para adquirir activos de bajo rendimiento.
La expansión crediticia inducida por los bancos centrales creó unas expectativas de crecimiento insostenibles y redujo a su mínima expresión el riesgo percibido de iliquidez e insolvencia. Las burbujas son eso: períodos de euforia colectiva que la inmensa mayoría de agentes creen que durarán indefinidamente ('la nueva era', 'la nueva economía', 'la nueva altiplanicie'...). Sólo unos pocos inversores cuentan con los conocimientos y la habilidad de resistirse a esa orgiástica tendencia que puede durar años –de hecho, durará hasta que los suficientes ilusos se sumen a la burbuja– y nada me indica que esa habilidad esté más relacionada con el género que con la formación.
Tomemos por ejemplo el grupo de inversores más largoplacistas y con mayores rentabilidades históricas: los llamados inversores de valor y asimilados. Todos ellos son hombres: Benjamin Graham, Warren Buffett, Seth Klarman, Peter Lynch, Monish Pabrai o en España Francisco García Paramés y Álvaro Guzmán. O tomemos al grupo de economistas que cuenta con una mejor y más completa teoría para explicar lo que está sucediendo, los economistas austriacos. También casi todos ellos (con alguna muy saludable excepción) son hombres: Menger, Böhm-Bawerk, Mises, Hayek, Machlup, Röpke, Rothbard, Kirzner, Fekete, Huerta de Soto o Mike Mish.
¿Significa ello que las mujeres están incapacitadas para invertir a largo plazo con éxito y para anticipar los ciclos económicos? No, significa que hasta el momento la mayoría de inversores que se han acercado a la filosofía value o a la teoría económica austriaca han sido hombres.
Por el contrario, si nos vamos al Gobierno más desastroso de la historia de España, nos topamos con que también ha sido el Ejecutivo más paritario y en el que más responsabilidades económicas han tenido las mujeres. ¿Deberíamos llegar a la conclusión de que a mayor presencia de mujeres en nuestras carteras ministeriales, mayor catástrofe nacional? No creo que nadie digiriera bien semejante razonamiento. El problema de De la Vega, Salgado, Aído o Trinidad Jiménez no es que sean mujeres, sino que son socialistas. Pero esta tara la comparten con Corbacho, Sebastián, Moratinos y, sí, Zapatero. Ni hombres ni mujeres son inmunes al virus de la estupidez.
El origen y la persistencia de la crisis no deben buscarse en el machismo institucional tan frecuentemente denunciado por el victimismo feminista-hembrista, sino en unas pésimas instituciones financieras –la banca central monopolística de dinero fiduciario– y en una más nefasta ideología política –el socialismo. Cámbiense los dos y obtendrá políticos y empresarios responsables, hombres o mujeres. Persistan los dos, y el desastre lo tendrá asegurado, con hombres o con mujeres.
Claro que a la superflua ministra de Igualdad le interesa más desviar el foco de atención. Con otras instituciones y otro discurso político, ella jamás habría alcanzado una posición con tanto poder, privilegios y emolumentos. No por mujer, pero sí por torpeza e incapacidad. Por eso sale más a cuenta reflexionar sobre tonterías como las Lehman Sisters que sobre el papel de la banca central en una sociedad libre.