La veteranía es un grado y lo demostraron en El País dos destacados socialistas, Juan Carlos Rodríguez Ibarra y Josep Borrell, con una larga experiencia en hostigar la libertad y otros bienes de los ciudadanos.
Sobre "ajustes e izquierdas" apuntó Rodríguez Ibarra: "Zapatero ha tenido que aceptar que el llamado mercado le doble la muñeca", como si lo que nos pasara no tuviera que ver con las políticas del Gobierno, a cuyo jefe pinta como un santo: "el presidente ha aguantado, contra viento y marea, las acometidas que el capitalismo más salvaje infringía [sic] a nuestra economía, a nuestras ilusiones y a nuestras expectativas personales, familiares y profesionales... el capitalismo especulativo, depredador y salvaje ha tirado por tierra nuestras ilusiones y la forma de organizar la sociedad y la solidaridad entre nosotros". La sensiblería empalagosa es característica del socialismo, como denunció Bastiat, y este desatino lo prueba nuevamente, porque la crisis se fraguó y estalló en las finanzas, que están ampliamente intervenidas y reguladas por autoridades públicas. No se puede llamar a eso capitalismo salvaje, igual que no se puede, salvo que uno aborrezca la libertad, pensar que la política es lo que debe organizar la sociedad, la solidaridad y hasta nuestras ilusiones. Pero Rodríguez Ibarra sólo piensa en la coacción, y por eso saluda a Zapatero, porque "ha hecho lo posible, y casi lo imposible, para mantener el Estado del bienestar", vamos, como si lo pagara él.
El veterano socialista terminó de modo aún más revelador, porque recordó con gran disgusto la época en la que nuestros padres y abuelos ahorraban "por si acaso". Esta notable confesión muestra que rechaza el ahorro, la responsabilidad individual, y a las mujeres y los hombres libres.
Dirá usted: es lógico que el ex presidente extremeño desbarre; después de todo, es un político y un demagogo, no un intelectual. Pues si usted cree que tales limitaciones no afectan, por ejemplo, a los profesores, vea lo que dijo un catedrático de Econometría. El doctor Borrell tampoco parece entender que la política tenga papeles protagónicos y consecuencias nocivas. No, para él la culpa es del mercado, es decir, de la libertad. "La gran víctima de esta crisis ha sido la creencia del funcionamiento eficiente de los mercados". Es un economista profesional y sostiene que el dinero y las finanzas responden a mercados, vamos, que no hay bancos centrales.
Más perlas. "Vivimos en un verdadero casino planetario... se intercambian casi 100 veces más activos monetarios que activos reales". Y no se le ocurre que igual esto sucede por la intervención de las autoridades, por ejemplo, esos mismos bancos centrales. Comete además errores técnicos, como alegar que la expansión de la liquidez tiene que ver con un casino, que es incapaz de expandirla; por cierto, los mercados no son casinos, porque en los casinos el riesgo es conocido y mensurable.
Y por fin: "Los Gobiernos deberían ser los policías de los mercados en vez de que los mercados sean los policías de los Gobiernos". Repito, no se trata de uno de los tantos políticos iletrados que pueblan nuestras instituciones. El profesor doctor Borrell pretende que creamos que no hay poderes políticos o que no ejercen coerción ni vigilancia sobre los mercados.