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José García Domínguez

Los rojos

Un mundo, el de ese eterno tiovivo que ansían perpetuar tan terribles rojos, escindido no en clases, sino en castas feudales; amén de asentado sobre el principio axial de la desigualdad ante la Ley.

Se antojaba en verdad difícil salvar a los sindicatos del ostracismo cierto y el desprestigio más que definitivo tras esa empecinada defensa suya del Antiguo Régimen (no el del gallego, sino el de Luis XVI y su hermético, inamovible orden estamental). No obstante, por muy arduo que semeje, nunca hay empeño imposible para una derecha tan sagaz como la española. Así, sus publicistas ya han encontrado la fórmula retórica con tal de redimir a Toxo y Méndez ante los ocho millones de parados y subempleados temporales que sufren su indiferente desidia: acusarlos, sin fundamento alguno, de rojos. "Izquierdistas trasnochados", viene a ser la cantinela canónica con que regalan sus oídos desde el anuncio de la huelga general. Cráneos privilegiados, que hubiera exclamado don Ramón María.

Extraños bolcheviques, sin embargo, los jerarcas de Comisiones y UGT, tan rendidos admiradores de la clase obrera que semejan encantados de que no exista sólo una, sino dos. A un lado, la aristocracia de cuello azul, atrincherada frente a los azares del mercado con las bayonetas de sus cláusulas indemnizatorias; al otro, los subproletarios abocados a eso que el viejo Marx bautizara "el ejército de reserva", nuevos parias prestos a arrostrar de por vida con los contratos basura. Por eso, el muy extravagante carácter ciclotímico de nuestro mercado de trabajo: súbitos crecimientos exponenciales de la contratación durante el tramo alcista del ciclo; derrumbes no menos fulminantes ante el más leve cambio de tendencia.

E, inevitable, su corolario: el paro crónico de los peones de brega del Tercer Estado durante las crisis, un derecho de pernada exigido por la nobleza sindical a fin de garantizar la estabilidad de su exclusiva clientela. Un mundo, el de ese eterno tiovivo que ansían perpetuar tan terribles rojos, escindido no en clases, sino en castas feudales; amén de asentado sobre el principio axial de la desigualdad ante la Ley. La Edad Media apenas travestida para la ocasión de Estado Social de Derecho, he ahí el glorioso pendón que llaman a defender las fuerzas del progreso el próximo 29 de septiembre. La izquierda reaccionaria combatiendo contra los principios del igualitarismo liberal, no en nombre de la revolución, sino en el del más obsceno corporativismo. Lo dicho, unos rojazos, Méndez y el otro.

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