Durante este periodo de alta inestabilidad en el seno de la Unión Monetaria Europea, donde países como España ven como el coste de su financiación externa sube de forma exponencial, más de 200 puntos básicos de diferencia en relación al bund alemán, tienen razón quienes aseveran que nuestro país padece una crisis de credibilidad y confianza. Una crisis que sólo se puede paliar tomando medidas que estimulen el ahorro nacional e impulsen la productividad de nuestra economía. Esto es categórico y, desde luego, apunta a la necesidad de que reduzcamos el déficit público en todas las administraciones públicas del país e incentivemos el ahorro privado así como que se lleve a cabo, a la vez, una serie de reformas estructurales que mejoren nuestra productividad. Y aquí la reforma laboral es una pieza clave en este gran esfuerzo.
Ahora bien, también es cierto que aunque obtuviéramos una importante mejora de nuestra productividad y consiguiéramos un fuerte impulso en el ahorro nacional, fundamental para el bien de todos, es más que probable que no podríamos compensar las deficiencias macroeconómicas de Alemania. Porque, atención, éstas existen. Tomemos los datos del Fondo Monetario Internacional: la previsión para los años venideros en las cuentas de nuestro socio en la moneda común, Alemania, es que mantendrá un abultado superávit en su cuenta corriente de aproximadamente el 5,5% del PIB. Este superávit de las cuentas exteriores de Alemania no es debido a su déficit público estructural, que de acuerdo con el criterio de Maastricht también requiere corrección, sino al crónico exceso de ahorro en relación a la inversión en Alemania que es del orden del 9,5% del PIB.
¿Por qué la relevancia de este dato? Precisamente porque una unión monetaria no es viable ni sostenible en el medio plazo cuando hay ciertos países miembros con déficits externos crónicos y otros países miembros con superávits semper eternus. Durante años se puede enmascarar la situación mediante financiación que permite a unos vivir por encima de sus posibilidades. Pero a la postre, sirva de ejemplo la presente realidad, el sistema no es viable a menos que los comportamientos cambien.
Por mucho que nos emperremos los españolitos en mejorar nuestra tasa de ahorro y nuestra productividad, nunca seremos capaces de compensar el déficit de inversión en Alemania del orden del 10% de su PIB. Ésta es la otra cara de la moneda de por qué estamos en una unión monetaria inestable.
Mucho se ha escrito sobre el incremento de la tasa de ahorro en Alemania. Algunos ven en ella una recuperación de la tasa equilibrio que se había desinflado en la década de los 90. Otros una reacción a los subsidios para aplazar el consumo hasta la jubilación. No obstante, es evidente que en todas partes hay escasez de ahorro y por ello parece oportuno que los alemanes tengan una tasa de ahorro alta, por encima del 11% de su renta disponible. Sin embargo, no se entiende por qué la Sra. Merkel no fomenta la inversión en Alemania. Las empresas germanas ahorran mucho, es cierto; pero resulta que no lo invierten en su país. Quizá con el fin de apuntalar la maltrecha Unión Monetaria Europea, se debería incentivar a las empresas alemanas a que vuelvan a invertir en casa introduciendo cambios oportunos en la regulación de su mercado de trabajo y afrontando una política inmigratoria más laxa.
Centrándonos en aquellas cosas que la Sra. Merkel puede hacer directamente, es incomprensible que no empiece a incrementar el gasto público productivo a expensas del resto del gasto público. Es decir, no un gasto "productivo" espurio como el denostado Plan E español, sino aquello que pueda elevar el nivel de riqueza de su país y de paso ayude a estabilizar el euro.
Quienes ven un paralelismo entre la situación de China y los EEUU por un lado y la descrita entre Alemania y España aciertan. De la misma forma que los excedentes por cuenta corriente de China encuentran un vivo reflejo en el déficit exterior de los EEUU, la misma correspondencia ocurre entre nuestro país y Alemania. Pero existen dos grandes diferencias en esta comparación. La divisa China, el reminbi, puede y debe apreciarse y, además, el gigante asiático debe estimular su consumo nacional. Luego, la lectura obligada para Hu Jintao es John Maynard Keynes. Para la Sra. Merkel, sin embargo, a menos que verdaderamente pretenda sacar Alemania del euro, sería recomendable que echara un vistazo a la escuela austriaca, y sobre todo a Eugen Von Böhm-Bawerk. Sus textos le pueden servir de base para analizar qué debe hacer desde el lado de la oferta para estimular su economía y estabilizar el euro; con el incentivo añadido de que lo puede hacer en versión original y en su propio idioma.
Que no quepa la menor duda, estamos en un periodo de máxima debilidad para la Unión Monetaria Europea y la defensa del euro requiere esfuerzos por parte de todos. Para Alemania, no basta con deshojar la margarita de poner dinero para programas de rescate hipotéticos. Hay que zanjar los problemas de base del euro y en este capítulo la mitad de la culpa reside en Alemania; que recoja pues el guante.