Interesante entrevista la de Iñaki Gabilondo a Felipe González a mediados de la semana pasada. No sólo por el reencuentro de ambos desde aquella pregunta obligada: "¿Ordenó usted la formación y acciones de los GAL?" o algo así, que González negó contra toda lógica, ya que de ser así resultaría que subordinados suyos, Vera y Barrionuevo, habrían articulado la política antiterrorista y la política internacional, en el caso de Francia, a su antojo. Pero al margen de ese bochornoso tema –bochornoso para todo Gobierno democrático y todo demócrata–, está la odiosa comparación entre González y Zapatero. Es que no hay color. Es que el peor González tiene más empaque, más densidad y más sentido del Estado que el mejor Zapatero. Un abismo. Por eso hay quien clama por su vuelta, aunque evidentemente no está para esos trotes.
Fijémonos sin embargo en otra cosa. La tesis de González es que los movimientos financieros internacionales campan libremente por sus respetos como exige un mundo globalizado en que lo único que no está globalizado es el derecho nacional de cada país o región. La existencia de diferentes marcos legales propicia el poder de los poderes financieros multinacionales y de las empresas multinacionales. Consecuentemente, este nuevo Satán exige una Ley de Dios universal y obligatoria de modo que crisis como la que estamos viviendo, en la que naturalmente nada tienen que ver los poderes políticos nacionales, no vuelvan a repetirse.
Pero, ¿quiénes constituyen el poder financiero internacional? Pues los fondos de particulares, bancos y empresas –desde carteras de valores a fondo de pensiones–, que husmean en el mundo oportunidades de hacer rentables los dineros que depositan en ellos su clientes y por lo que cobran una comisión. ¿O es que hay alguno de ellos, por ejemplo, la propia empresa de González e hijos, que desee perder dinero de manera voluntaria? ¿O es tal vez alguna de las administradoras de fondos de pensiones, nacionales y extranjeras, en las que participan UGT y CCOO, la que quiere ganar cada vez menos hasta llegar al colapso total? ¿Acaso no está en aprovechar las ventajas comparativas una de las razones que impulsa la constitución y la localización de empresas, multinacionales, nacionales y locales y ganar más de lo que gastan la razón principal de su existencia?
Se habla de los ataques a la economía española. Hay una conspiración, según Zapatero, que hace que los inversores internacionales y nacionales, de los que no habla, no compren ni inviertan en España. Pero, ¿es una conspiración exigir la mínima predictibilidad a la economía española? ¿Invertiría González su dinero en un país de futuro impredecible, pongamos por caso, Venezuela? Es más, cuando todos los inversores internacionales recalaban en España no hace ni diez años, ¿no era asimismo una conspiración? ¿O sólo es conspiración cuando no hacen lo que yo quiero o necesito que hagan?
Y entonces sale la palabra mágica: control. Es decir, el socialismo pregona la necesidad de una legislación universal, primer paso hacia un Estado mundial, para poner fin a los "ataques" financieros y a la debilidad de los poderes nacionales frente a los multinacionales. El Estado mundial. Y entonces un estremecimiento nos recorre la espina dorsal. Las "bondades" de un Estado único ya nos las mostraron los experimentos totalitarios del siglo XX, desde el nazismo al comunismo. ¿Cuál sería la ventaja, la eficacia de ese Estado socialista o socialdemócrata global? Sencillamente, que permitiría controlar a quienes se reconocen a sí mismos como controladores e interpretadores de la voluntad general. El mismo González se refirió varias veces a la defensa de los intereses generales frente a los particulares, intereses generales que, faltaría más, él y su partido conocen perfectamente. Y Zapatero no digamos.
Al margen de otras consideraciones que podríamos hacer, es que conocemos muy pocos controladores vocacionales que hayan tenido experiencia creadora de riqueza y de puestos de trabajo. La vocación de controlar parece congénita, ideológicamente congénita. Porque, claro, lo de invertir el propio dinero, el de la familia o el que se pide, en proyectos arriesgados que obligan a mancharse las manos en el fango de los créditos, de la competencia, de los seguros sociales y de la permanente innovación para obtener ventajas estratégicas, es jodido. Es mejor controlar, cobrar por controlar, colocar a familiares y amigos en más y más cargos de controladores y exprimir el limón de los creadores vía impuestos. Que eso es el control.
Pasa que cuando han controlado de verdad, examínese la historia, han llevado a imperios enteros a la ruina. Pero ese es un hecho que no se atiene a la teoría así que peor para él. Por tanto, controladores de todos los países (y colores) uníos. No hay nada que perder, ningún dinero propio que perder, y un mundo financiero entero, privado y público, que ganar.
Pedro de Tena
Controladores de todos los países, uníos
Es mejor controlar, cobrar por controlar, colocar a familiares y amigos en más y más cargos de controladores y exprimir el limón de los creadores vía impuestos. Que eso es el control.
En Libre Mercado
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