Nueva jornada negra en la bolsa, tanto española (-4,2%) como europea (-3,6%). ¿Qué ha sucedido? Imagínese por un momento que usted vive en un bloque de viviendas en el que cada propietario (Estado), como es lógico, ha de hacer frente mes a mes al pago de sus facturas (deuda). Los vecinos de las plantas superiores (Alemania) son trabajadores responsables, con un buen empleo, un elevado salario y un cierto colchón financiero gracias a que no han despilfarrado su dinero. Pese a que tienen deudas, gozan de solvencia suficiente para cumplir sus compromisos.
En las plantas inferiores, sin embargo, los vecinos (Grecia, Portugal, España, Italia e Irlanda) se han quedado en el paro (recesión), por lo que sus ingresos se han desplomado (recaudación fiscal) y, pese a su delicada situación financiera (déficit), siguen saliendo de copas y no se privan de ningún lujo (gasto público) a base de tirar de tarjeta de crédito (más deuda). Como resultado, su deuda se dispara, y puesto que siguen siendo unos irresponsables que se niegan a encauzar su situación (drástico recorte presupuestario), algunos bancos cancelan sus cuentas y otros comienzan a exigirles un tipo de interés muy superior (prima de riesgo) al de sus vecinos solventes.
Mientras, las facturas siguen llegando, pero puesto que ya no hay un duro y la vía de acudir al crédito se ha cerrado, el de la planta baja (Grecia) solicita un préstamo al del ático (Alemania) con la simple promesa de que se lo devolverá en tres años. ¿Le prestaría usted el dinero sabiendo que es el propietario más escandaloso y gamberro de toda la comunidad? Pues Merkel está en ésas y, de momento, da largas, consciente de que es muy posible que dicho sujeto incumpla su promesa de devolución. De hecho, en el seno de su coalición se aboga ya por idear un plan de reestructuración de deuda para que Grecia pueda retrasar sus pagos.
La siguiente factura helena vence en mayo y el mercado (inversores) mucho se teme que no va a poder pagar, por lo que han encarecido aún más el crédito ante el elevado riesgo existente. Este fenómeno afecta a las bolsas de forma directa, ya que Atenas debe mucho dinero (unos 200.000 millones) a sus acreedores (tenedores de bonos), sobre todo, bancos europeos (franceses, suizos y alemanes). Esto es, de forma muy general y muy simple, lo que está aconteciendo en el seno de la zona euro (nuestra particular comunidad monetaria).
Este martes, la agencia de calificación Standard & Poor's ha rebajado la calidad crediticia del Gobierno griego al nivel del bono basura (alta probabilidad de impago) porque, en esencia, dudan de la capacidad del país heleno para aplicar un histórico plan de austeridad, debido a la oposición interna y a las débiles perspectivas económicas.
Pero no es el único. Si Grecia no cumple, ¿qué impide que suceda lo mismo con los otros vecinos díscolos? Ante esta perspectiva, S&P también ha recortado el rating de la deuda de Portugal (de "A+" a "A-"), con lo que se sitúa al borde de la segunda división. La debilidad estructural de la economía lusa se debe al fuerte deterioro de sus finanzas públicas y las escasas perspectivas de crecimiento.
A España le sucede más de lo mismo. Pese a que su deuda no ha sido degradada (que lo será), el mercado exige un tipo de interés más elevado para seguir prestando. Así, el diferencial de la deuda pública española y la alemana, la de referencia en Europa, registró un nuevo máximo (110 puntos básicos). El interés de los bonos españoles a 10 años se situó en el 4,032% frente al 2,9% del bund alemán. Además, el riesgo de quiebra escaló hasta rozar los 200 puntos, nuevo máximo histórico, según el mercado de CDS (seguros de impago). Es decir, para asegurar 10 millones de dólares en bonos españoles hay que pagar 197.545 dólares anuales.
Grecia está quebrada. Ha llegado a un punto de no retorno y todo indica que acabará negociando un plan de reestructuración con sus acreedores para demorar los pagos, y aplicar una quita de deuda de entre el 50% y 70%, con todo lo que ello supone en cuanto a pérdidas. Sin embargo, su economía es muy pequeña.
La verdadera pesadilla dentro de esta crisis de deuda pública que ha estallado en el seno de la Unión no es Atenas sino España. Si el Gobierno no hace los deberes y recompone de forma urgente, sólida y creíble su deteriorada posición fiscal, sin duda, iremos detrás. Y será entonces, y sólo entonces, cuando asistiremos a una verdadera situación de pánico en la que, a modo de fichas de dominó, la incertidumbre de insolvencia se extendería a las economías más grandes, desde Reino Unido a Japón (Estados Unidos sería la última). Poniéndolo en perspectiva, si Grecia es Bear Stearns (primer banco de inversión quebrado con las subprime), España es Lehman Brothers. Aún estamos a tiempo de evitarlo pero, en caso contrario, prepárense para el desembarco del FMI.