El Gobierno está empeñado en buscar por todas partes culpables de la crisis y sus consecuencias con tal de no asumir su responsabilidad al respecto. Los bancos, desde luego, le vienen que ni pintado ya que no gozan precisamente de popularidad entre los españoles. Pero, ¿son, como dice el Ejecutivo, los culpables del paro? No exactamente.
Es verdad que las entidades crediticias, por hablar con más propiedad y abarcar a todos los que tienen que ver con este asunto, no han tenido, en muchos casos, un comportamiento acorde con la prudencia y las buenas prácticas bancarias a la hora de conceder créditos. Había tanto dinero en el mercado europeo y a tipos tan bajos –por culpa del BCE y su política monetaria expansiva para superar la crisis que siguió al estallido de la burbuja de las tecnológicas– que bancos y cajas se lanzaron a una carrera desenfrenada por conceder préstamos a tutiplén, sin pararse a pensar en la capacidad de pago de quien los tomaba, en el valor futuro de las garantías que aportaban ni en los niveles de riesgo que estaban asumiendo, sobre todo con el sector inmobiliario. A causa de ello, la burbuja inmobiliaria siguió hinchándose hasta estallar y meternos de cabeza en la crisis económica más grave desde la Gran Depresión. En este sentido, si los bancos y cajas de ahorros, que no hay que olvidarlas ni mucho menos, hubieran actuado de otra manera, otro gallo nos habría cantado, pero han hecho lo que han hecho y ahora tienen que apechugar con las consecuencias. Sin embargo, como todo en la vida, aquí tampoco las cosas son blancas o negras, sino grises con diferentes matices.
La primera cuestión es por qué el sistema crediticio se ha comportado como se ha comportado y aquí, a la hora de buscar la respuesta, hay que poner el dedo acusador en Zapatero y su equipo. El presidente del Gobierno estaba encantado con las impresionantes cifras de crecimiento económico y del empleo que ofreció la burbuja inmobiliaria mientras se hinchaba y no quiso que nada ni nadie pisara el freno y le destrozara su espejismo. De esta forma, el Banco de España, que con Jaime Caruana como gobernador estaba instrumentado medidas y controles para frenar la concesión de créditos hipotecarios y al sector inmobiliario y reconducir los niveles de riesgo de las entidades a los parámetros de solvencia establecidos por el Banco de Basilea, cambió de forma de actuar en cuanto llegó Mafo al cargo de gobernador y dejó que bancos y cajas siguieran haciendo lo que les viniera en gana, sin ponerles límite ni cortapisa alguna, por, llamémoslo así, sugerencia del Gobierno. Por tanto, aquí aparece la primera parte de la responsabilidad del Ejecutivo en el problema del paro, en forma de fallo manifiesto y deliberado de la supervisión bancaria.
En segundo término, conviene recordar que las políticas crediticias alocadas de las entidades financieras han tenido lugar, sobre todo, en esas cajas de ahorros controladas por los políticos, que han llevado a la quiebra a muchas de ellas, aunque todavía no se reconozca formalmente semejante situación excepto para el caso de la Caja de Castilla-La Mancha. Son los políticos quienes han dejado hacer y quienes han querido que se hiciera y, por tanto, quienes tienen buena parte de culpa de lo que sucede ahora.
Esos mismos políticos son los que se han dedicado a derrochar el dinero público que recaudaban de más gracias a la burbuja inmobiliaria, los que han metido a los diversos niveles de la Administración, empezando por el Estado, en gastos que, de otra forma, no hubieran podido financiar y ahora que se ha secado la fuente del dinero han dejado de pagar sus facturas a las empresas y los autónomos, condenando a unas y otros al cese de su actividad y a tener que despedir a sus trabajadores. He aquí otra causa del paro que tiene que ver con el Gobierno y sus aledaños y no con el sistema financiero. Por supuesto, la cosa sería menos grave si en España se hubiera continuado el proceso de reformas estructurales, pero desde que Zapatero llegó al poder en 2004 no se ha hecho nada, en especial en el mercado laboral, que tanto necesita un cambio en profundidad, y ahora se pagan las consecuencias, en forma de altos niveles de paro y de dificultades para reducirlo.
Para completar el cuadro hay que referirse necesariamente a la actitud de Zapatero ante la crisis. Primero la negó, luego trató de hacernos creer que era menos grave de lo que es y ahora pretende hacernos creer que la recuperación está a la vuelta de la esquina, todo ello para justificar que no hace nada al respecto ni tiene la menor intención de hacerlo. Y mientras se comportaba de esta manera, ZP decidió gobernar a golpe de ocurrencia y tirar de chequera, para que él y las autonomías pudieran seguir derrochando a manos llenas los recursos que no tienen, lo cual nos ha metido en un abultadísimo déficit público cuya financiación absorbe los recursos que necesitan las empresas y los particulares para invertir, consumir y crear empleo. Sin ellos, la sangría del paro sigue y seguirá creciendo.
En conclusión, las entidades crediticias tienen algo que ver con lo que está sucediendo en la economía española, por supuesto, pero los principales culpables son los políticos, en especial, Zapatero y su Gobierno, que son los verdaderos responsables de la gravedad del problema del paro. Todo lo demás no es más que intentar echar balones fuera y buscar cabezas de turco para salvar la propia.