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Cinismo en la UE

Hay empresas demasiado grandes para quebrar, insuflémosles dinero público; hay poco estímulo en la economía: insuflémosle dinero público. Ya no hay dinero público: que Alemania nos rescate. Y Alemania ha remitido al mercado.

Talleyrand, que era el ministro más cínico de Napoleón, dijo lo siguiente: "Sólo hay una manera de decir sí, es sí, todas las demás quieren decir no".

A esta luz ha de interpretarse la respuesta de la Eurozona acerca de si hay que rescatar a Grecia.

Todo el mundo que se autodenomina europeísta se ha empeñado en un rescate que prohíbe el tratado de Maastricht porque –Talleyrand de nuevo– las normas pueden violarse, ya que no gritan. Como Alemania se niega, es necesario el teatro.                                                                                   

Si Grecia tiene que pedir prestado al 7,5% para no quebrar, es peor que si hubiera quebrado. Hay que montar entonces un inmenso paripé en domingo para que la inversión siga acudiendo y evitar la suspensión de pagos. La clave está en no tener que usar el mecanismo ficticio de respaldo para permitir a Grecia recaudar ese dinero entre inversores. Ingenioso ¿verdad?

¿Qué hay en todo ello que mejore la dramática situación económica de la zona euro y la financiera de la mayoría de sus partes? Nada.

No obstante, el presidente de la Unión Europea, Van Rompuy, que aprovechó para decir recientemente que las presidencias rotatorias tenían que acostumbrarse a la nueva situación, el cero a la izquierda en que se ha convertido la otrora flamante de Zapatero, advirtió que nadie se escaparía de reformas serias. Es decir que, por detrás de tanta actuación parece que se otea una dosis de realidad. A saber: evitar la quiebra de los Estados exige profundos cambios en los Estados de Bienestar. Después de dos años de orgía de gasto público, la aproximación germana de un poquito más de mercado está empezando a crear adeptos. A la fuerza ahorcan.

Recordemos. Hay empresas demasiado grandes para quebrar, insuflémosles dinero público; hay poco estímulo en la economía: insuflémosle dinero público. Ya no hay dinero público: que Alemania nos rescate. Y Alemania ha remitido al mercado.

Sobre esta crisis de financiación se sobrepone un Estado del Bienestar en entredicho, a pesar de que la mayoría de los Estados europeos ya han introducido copago de la sanidad, reducción en las pensiones o aumento de cotizaciones en años y cuantías, reformas laborales, etc. No llegan a atajar la raíz del problema que es la baja natalidad, y la falta de incentivos al trabajo y a la empresa libre por prejuicios ideológicos. Si la quiebra de los Estados sirve para recuperar la ortodoxia económica, albricias, aunque a la vista de nuestros aprendices de Talleyrand, nada es menos seguro.

Lo que sí lo es, y ahora nos acordamos de Benjamín Franklin, es que aumentarán los impuestos, los tipos de interés, y la inflación, el impuesto del pobre. Y eso no es lo mejor para el crecimiento económico. Es el resultado de haber transformado el riesgo privado en público. Contrariamente a la convicción socialista de que el dinero público no es nadie, resulta que es de todos, y allí donde podían haber sufrido hace dos años unos pocos, habremos de hacerlo hoy todos. Enhorabuena, socialistas de todos los partidos, habéis seguido con aprovechamiento las sugerencias de Talleyrand: agitar al pueblo antes de serviros de él.

Quien demostró tener razón fue Reagan: el Estado es como un bebé, un tracto alimenticio con gran apetito por un lado, y ningún sentido de la responsabilidad por el otro.

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