Vi este titular en Público, aunque aparecieron versiones similares en otros medios también: La recesión fuerza a cinco países de la UE a elevar su IVA. El Estado emplea la coacción sobre los ciudadanos, pero ahora resulta que es él quien la padece.
Nada en la constitución del Estado ha cambiado como para que pensemos que súbitamente se ve obligado a hacer cosas. Retiene toda su capacidad de coacción, si es que no la ha incrementado. Sus súbditos, en cambio, carecemos de ella, y por eso, ante la recesión, nos vemos forzados a reducir gastos. Así nos hemos ajustado los ciudadanos, las familias y las empresas, empezando por las principales víctimas de la crisis: los parados. El Estado no lo hace, porque es el único que puede ante la crisis obligar a los demás a pagar, y así lo han hecho todos, empezando por los socialistas en España. No tiene, por tanto, sentido alegar que la recesión fuerza a las autoridades a apretarnos más las tuercas. Eso más bien parece retórica: el Estado pretende hacernos creer que nos esquilmará aún más, pero, eso sí, por nuestro bien y a regañadientes, porque se ve forzado a hacerlo, claro que sí.
Manuel Saco, también en Público, sostuvo que la aversión a los impuestos estaba justificada antes, porque "era el pueblo, campesinos y artesanos, sobre todo, quien odiaba pagar los impuestos a los reyes, a los señores feudales o a la iglesia, gente toda ella ociosa que tan sólo sabía ganarse el sustento gracias al sudor de los demás". Según don Manuel eso es el pasado, y en el presente las cosas son muy diferentes: "Todos coinciden ahora en que el Estado moderno del bienestar se edifica con impuestos, pero continúa el debate sobre quién, cómo y cuánto debe pagar". En otras palabras, el rechazo a la coacción fiscal no está justificado, y ya no hay debate sobre el hecho mismo de la coacción sino sólo sobre quién ha de padecerla; es una tesis extraña, porque parece que sí hay debate sobre la coacción, como también parece que sí es el pueblo el que sigue pagando impuestos.
Cabe concluir también que según el señor Saco los que ahora recaudan (y recaudan por cierto muchísimo más que lo que recaudaban antaño los reyes, los señores feudales o la Iglesia), los políticos de ahora, ya no son una clase ociosa que tan sólo sabe ganarse el sustento gracias al sudor de los demás. No, no. Ahora los políticos no recurren a la fuerza sobre el dinero ajeno. Ahora son todos ellos personas laboriosas que pretenden ganarse el sustento sólo gracias a su propio sudor, claro que sí.