No se sabe qué vaya a pasar con el euro. El día menos pensado vemos cómo se descuelga uno de los socios, y a éste le siguen otros. Y el club de los 16 acaba por no llegar a la decena. No es que fuera impensable que pudiese funcionar, pero era ciertamente muy difícil. El euro impone una misma política monetaria a países muy distintos. Sólo es viable si la política fiscal de todos sus miembros es estable, de ahí los criterios de Maastricht. Pero la moneda común se enfrentaba a varios riesgos y parece haber caído en todos.
Por un lado, quienes marcan la política monetaria son dos países, Francia y Alemania, y anteponen sus intereses a los del resto de la mal llamada Unión. Por otro, actúa en un contexto global y tras la crisis de las puntocom y del 11 de septiembre de 2001, optó por ir en comandita con la Reserva Federal para apostar por una política monetaria laxa. No tienen por qué reaccionar todas las economías del mismo modo y, de hecho, no lo hacen. En España, las tasas de crecimiento de los préstamos hipotecarios arqueaban las cejas, y son sólo una parte del aumento del crédito, que era llamativo. Decidimos ponernos a invertir y consumir tomando prestado del exterior, y acumulamos un déficit por cuenta corriente espectacular.
Por lo que se refiere a la política fiscal, no es ya que los distintos países puedan optar por seguir caminos diferentes. O que baste una crisis económica para que todo el mundo se dedique a hacer keynesianismo cutre a costa de la moneda. Es que la opinión griega no es igual que la alemana. Ni la española es como la de Luxemburgo. Los griegos, con un Gobierno conservador, se han lanzado a una política de gasto sin medida. Y si votaron a los socialistas no es porque quisiesen menos socialismo. Los griegos, sencillamente, han huido de la disciplina fiscal necesaria para mantenerse dentro del euro. Y esa cultura económica fallida es muy difícil de cambiar.
Todas las monedas, la peseta, el dólar, la libra, el franco, cogían sus nombres de medidas de pesos, porque indicaban la cantidad de oro o de plata. ¿Qué es un euro? ¿Qué nos dice su nombre? No nos habla de una moneda surgida por haberse probado en el mercado, sino de un acuerdo político. Por eso está a punto de fracasar. Nos habría ido mejor si pudieran entrar varias monedas en competencia, y todos pudiésemos elegir la que quisiésemos. Pero eso es muy poco europeo.