Toda esa gaita de la comisión para la crisis no es más que un paripé del que no cabe esperar nada de nada, ya que el Gobierno jamás pondrá encima de la mesa las medidas que hay que tomar.
Emilio J. González
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Erbilyos dijo el día 4 de Marzo de 2010 a las 18:21:
A veces el destino de un país depende de un solo individuo. Margaret Thatcher era única, como lo eran Napoleón, Lincoln, Bismarck, Mao o Franco. De no haber existido ellos, la historia habría sido muy diferente, digan lo que digan los historiadores de formación marxista.
A veces, cuando las cosas van bien, nos arreglamos perfectamente con gobernantes grises, del montón. Éstos tienen al menos una virtud, y es que no suelen provocar grandes cataclismos, y pueden ser buenos administradores. Pero cuando las cosas están complicadas, y se necesita alguien con visión y con voluntad política para enderezar la situación, parece que estamos en manos de Fortuna Imperatrix Mundi. Si hay suerte, aparece. Pero a veces no aparece por ningún lado. Lo más parecido que tenemos aquí es Esperanza Aguirre, pero ni tiene la determinación de Thatcher (Aguirre no es la Dama de Hierro), ni es candidata a la presidencia del gobierno de España. En lugar de Thatcher, lo que tenemos a las puertas de la Moncloa, esperando su turno, es un John Major.
Por cierto: los historiadores progres son muy dados a hablar de la historia contemporánea de España en términos de pugna entre tradición y modernidad, o entre reaccionarios y progresistas. Ahora mismo, los sindicatos representan a la perfección el papel de los reaccionarios, como los gremios del Antiguo Régimen, que se oponen con ferocidad carlista a las reformas que son necesarias en este momento, y lo hacen además con una retórica burda y demagógica propia de otra época. El "progresismo", sucesor en España del franquismo, es ahora la "reacción" frente al liberalismo. Al final caerá, cuando esté lo bastante desprestigiado, pero la cuestión es cuánto tardará.
FloriaEm dijo el día 4 de Marzo de 2010 a las 12:55:
A veces el destino de un país depende de un solo individuo. Margaret Thatcher era única, como lo eran Napoleón, Lincoln, Bismarck, Mao o Franco. De no haber existido ellos, la historia habría sido muy diferente, digan lo que digan los historiadores de formación marxista.
A veces, cuando las cosas van bien, nos arreglamos perfectamente con gobernantes grises, del montón. Éstos tienen al menos una virtud, y es que no suelen provocar grandes cataclismos, y pueden ser buenos administradores. Pero cuando las cosas están complicadas, y se necesita alguien con visión y con voluntad política para enderezar la situación, parece que estamos en manos de Fortuna Imperatrix Mundi. Si hay suerte, aparece. Pero a veces no aparece por ningún lado. Lo más parecido que tenemos aquí es Esperanza Aguirre, pero ni tiene la determinación de Thatcher (Aguirre no es la Dama de Hierro), ni es candidata a la presidencia del gobierno de España. En lugar de Thatcher, lo que tenemos a las puertas de la Moncloa, esperando su turno, es un John Major.
Por cierto: los historiadores progres son muy dados a hablar de la historia contemporánea de España en términos de pugna entre tradición y modernidad, o entre reaccionarios y progresistas. Ahora mismo, los sindicatos representan a la perfección el papel de los reaccionarios, como los gremios del Antiguo Régimen, que se oponen con ferocidad carlista a las reformas que son necesarias en este momento, y lo hacen además con una retórica burda y demagógica propia de otra época. El "progresismo", sucesor en España del franquismo, es ahora la "reacción" frente al liberalismo. Al final caerá, cuando esté lo bastante desprestigiado, pero la cuestión es cuánto tardará.