Tenemos la fortuna de contar con intelectuales y hombres de Estado de la talla de Federico Mayor Zaragoza, José Blanco y Sami Naïr. Sin ir más lejos.
Don Federico volvió a reunir topicazos en las páginas de El País, criticando a los deportistas que cobran "desmesuradas cantidades". No explica cuánto sería una remuneración mesurada, y desde luego nunca ha considerado desmesurados los impuestos ni las cantidades que los gobiernos obligan a sus súbditos a pagar para mantener las burocracias nacionales e internacionales. Reprochó que se busque "la producción menos costosa", con lo que deberemos concluir que le gusta que los trabajadores paguen más por lo que consumen. Afirmó que la crisis es culpa de los bancos, pero no dedicó ni una línea a los bancos centrales. Criticó a los "grandes consorcios multinacionales que siguen empobreciendo a países potencialmente ricos", y no dijo ni una palabra de los gobiernos de esos países potencialmente ricos, que son todos los países pobres. Para redondear el disparate predicó: "La educación es la solución. Con ciudadanos educados ya no habrá dogmatismo, extremismo, fanatismo". Olvidó que el país más educado de Europa en 1939 era Alemania.
Dirá usted: no se puede ser más demagogo. Pues sí se puede. Declaró don José Blanco a ABC: "Si tengo que dejar de hacer un kilómetro de autovía para que un parado pueda cobrar el paro, lo haré".
Dirá usted: no se puede desbarrar más. Pues sí se puede. El profesor Sami Naïr proclamó en El País sin titubear que la Comisión Europea es fiel partidaria ¡del liberalismo!