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José María Marco

Agotamiento

Qué no daría un monarca absoluto por disponer aunque sólo fuera de una décima parte del presupuesto de un gobierno moderno, dizque democrático y liberal...

Sea cual sea el diagnóstico sobre la naturaleza de la crisis, el remedio adoptado para salir de ella ha consistido en gastar, gastar dinero público para restablecer la confianza de los mercados o para restablecer el crédito agotado o gastar (además), como en España y en Estados Unidos, para reactivar la demanda y la actividad económica.

El remedio ha tenido éxito... a medias. Se evitó el colapso del sistema financiero, eso sí, pero se ha generado una situación que ha desembocado ya en una nueva crisis: los gastos de los gobiernos son tan altos que impiden la actividad económica capaz de generar los ingresos suficientes para mantenerlos.

En Estados Unidos el aumento de los gastos del Gobierno ha llevado a muchos norteamericanos a retirar su confianza a los demócratas. La perspectiva de un Gobierno socialdemócrata no acaba de convencer allí: al fin y al cabo, los norteamericanos lo son porque sus abuelos salieron huyendo de unos países europeos agobiados por unos gobiernos empeñados en arruinar o en impedir la prosperidad de sus nacionales.

En España, país archieuropeo en esto como en todo, la reacción es menos rápida. Al fin y al cabo, nuestros antepasados se quedaron en este rincón de Europa porque les bastaba con ir tirando, a la espera de que el Gobierno les diera algo más o los contratara. Y si pasaban demasiada hambre, se dedicaban a matarse unos a otros, que para eso han servido las ideologías en las que tan fecunda y generosa se ha mostrado siempre Europa.

           

Si las cosas no cambian, tal vez volvamos a los buenos tiempos. A la espera de que empecemos a matarnos unos a otros para comprarnos un coche, para que el Gobierno nos pague la pensión o para que la Seguridad Social nos opere de apendicitis, empezamos a ver las consecuencias de las decisiones que se han tomado. En España, de hecho, la ideología socialista ha servido para disimular la crisis y salvarle la cara a un Gobierno que ha hecho retroceder la prosperidad de los españoles a niveles de hace seis años. Eso sí, neonacionalismo, neolaicismo, ideología de género, multiculturalismo, neorrepublicanismo y otros revivals baratos de la contracultura del siglo XX los tenemos a todo trapo. Rodríguez Zapatero es la encarnación de ese enjambre de pesadillas retroactivas.

Han servido de espantajo y de pretexto para gastar más y aumentar el poder de los gobiernos. (Con tantos derechos como tenemos, ya no nos basta con un solo, como no nos basta con un parlamento, ni con un presidente, etc., etc.) Qué no daría un monarca absoluto por disponer aunque sólo fuera de una décima parte del presupuesto de un gobierno moderno, dizque democrático y liberal...

Y aun así, en muy poco tiempo el montaje se ha venido abajo. El pánico del Gobierno socialista deja traslucir la nueva situación. Primero fue el globo sonda de la reforma de las pensiones, luego los llamamientos al pacto, y entre medias una serie de medidas, más o menos disimuladas, para racionalizar y limitar como sea el gasto. Lo que está en crisis no es el modelo económico español, como se suele decir. Lo que está en crisis de verdad es el modelo económico socialista.

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