Si, tal y como se nos decía desde el Gobierno para justificar el despilfarro de alrededor de 30.000 millones de euros (hasta 2008) en el chiringuito de las energías renovables subvencionadas, una de las virtudes proverbiales de las energías verdes es que servían para crear empleo de alta calidad en un sector tecnológicamente puntero que ayudarían a colocar a España en el panteón de las economías del futuro, entonces no se entiende que Miguel Sebastián, ese ministro de Industria amigo de la mentira, proclame ahora que España está "en el tope" del desarrollo de estas fuentes de energía.
A menos que me haya perdido alguna nota de prensa del INE o del Inem, tengo la impresión de que nuestra economía ni ha regresado a la Champions League en la que supuestamente se encontraba ni ha bajado de los 4,5 millones de parados. Y, sin embargo, Sebastián ya está viniendo con las rebajas de este maná celestial bajo argumentos tan irritantes como que las energías renovables tienen "limitaciones económicas", a saber, que hay que pagarlas y son mucho más caras que el resto.
¡Habrase visto que a algún miembro de este Gobierno le preocupe mínimamente la realidad! Tan caras son que algunos ya avisamos de que, con datos de cierre de 2008, los 30.000 millones de euros que habrán ayudado a maquillar las finanzas privadas de algún empresario del ladrillo mediante su reconversión verde destruían 2,2 empleos por cada uno que decían crear.
Esa debe ser la insostenibilidad a la que se refiere Sebastián: mientras éramos ricos nos podíamos permitir el lujo de tirar el dinero público –ése que no es de nadie– por el retrete de La Moncloa, pero ahora que ya no cabe ningún parado más en España y para que más inri nos miran con desconfianza desde el extranjero, hay que empezar a disciplinarse un poquito.
Bien está. Por cierto, que su compañero de partido Jesús Caldera va pregonando desde ese think tank de partido llamado Fundación Ideas que esas renovables tan caras e ineficientes que ya han desbordado todos los límites técnicos y económicos de España van a impulsar la creación de millones de puestos de trabajo en unos pocos años.
Ver para creer: un castillo de naipes incapaz de sobrevivir en el mercado sirviendo al consumidor y al que ya ni un manirroto Gobierno puede sostener será el futuro de nuestra economía. Será que esperan que cuando todo se haya desmoronado, los molinitos se mantengan en pie en medio de la devastación e impulsados por la principal fuente de riqueza de España, a la sazón propietario único del planeta Tierra: el viento.
Menos mal que la credibilidad y fiabilidad de algunos siguen a la misma altura a la que están dejando nuestra economía. Si no, sería para echarse a temblar.