Blanco, Chaves y Corbacho, en España, y Salgado y Campa, en Londres, imitan a Franco. El PSOE en general, y este Ejecutivo en particular, no pueden dejar de lado su retórica más populista y totalitaria. No tienen responsabilidad alguna en el deterioro de la economía española. Todo obedece, según ellos, a los intereses especulativos de grupos financieros dispuestos a dañar España. El Gobierno es víctima, según la nueva propaganda del Gobierno, de una conspiración de "los mercados" internacionales y, por supuesto, de la mala imagen que ofrece el PP de España. Blanco, sí, culpa de todos los males de España a la alianza negra formada por el PP y los especuladores internacionales. Terrible.
Esta nueva "concepción ideológica", por llamarle algo, refleja una crisis más grande que la económica. Estamos ante una crisis política y moral desconocida en nuestro entorno europeo. Sin referencias morales serias donde anclar sus convicciones políticas, el español medio estará sometido de aquí hasta las elecciones generales a un proceso de adoctrinamiento y "aculturación" política basado en las mitologías más irracionales, naturalmente, la persecución y estigmatización del PP contra el Gobierno será dominante, una vez dejada atrás la conspiración de los especuladores internacionales contra la economía española.
Pronto, sí, muy pronto harán campaña todas las televisiones y cadenas de radio del PSOE con el eslogan de Blanco: Todo lo que pasa en España es culpa de la conspiración del PP con los especuladores financieros internacionales. Nadie en su sano juicio económico, excepto este Ejecutivo, puede renunciar a la gran verdad marxista: la especulación y la voluntariedad nada son ante las determinaciones inapelables del mercado. Más aún, lejos de cualquier posición racional, quien no quiera entender esas determinaciones o, sencillamente, las desprecie, quedará fuera de juego. O sea, al margen del sistema económico capitalista, base de la democracia occidental.
Ahí parece que se siente a gusto el Gobierno de Zapatero. Ahí quiere ubicarse, o mejor, desubicarse este Ejecutivo. Al margen de todas las reglas y necesidades que rigen sobre el mercado, los socialistas prefieren optar por las mitologías más populistas del siglo veinte para mantenerse en el poder. La crisis económica no puede solucionarse sin conocer la lógica, o mejor, el funcionamiento determinista del mercado, pero ellos o desprecian esos conocimientos o tratan de atribuir sus males a una absurda e irracional conspiración. Antes que adoptar las medidas de austeridad, reformas del mercado laboral y sistema de pensiones, exigidas por la lógica capitalista, Zapatero aumenta el gasto para postrarnos en la ruina económica y social. Ayer, por ejemplo, en el Senado, Zapatero volvió anunciar más gasto público, y, por supuesto, volvió a insistir que no hay otra solución que el endeudamiento.
En fin, a pesar del proceso de empobrecimiento, cada vez más profundo, en el que está instalada la sociedad española, la crisis económica comparada con la crisis política será, insisto, una cosa de niños. La economía seguirá estando mal, muy mal, pero la política democrática ha desaparecido. Zapatero nunca ha creído demasiado en la posibilidad de entendimientos y pactos con la oposición, pero, ahora, está adoptando la actitud más populista y reaccionaria que cabía esperar de un gobernante salido de las urnas: hacerse la víctima de una conspiración. Culpar de todas sus miserias a la oposición. La izquierda española asesina, definitivamente, a Marx, porque no acepta que el capital tiene su propia lógica, y, de paso, copia los métodos más terribles del populismo para mantenerse en el poder, o sea, se lamenta como una vieja plañidera de ser víctima de una conspiración del capital.