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Emilio J. González

Charlatanes de feria

Ante semejante respuesta por parte de una de las biblias de los mercados, es evidente que Salgado, Campa y todo el Ejecutivo se han cubierto de gloria tras la visita de los dos primeros a Londres.

Me gustaría saber a quién se le ha ocurrido la genialidad de enviar a Londres a la vicepresidenta económica, Elena Salgado, y al secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, para tratar de convencer a los inversores internacionales de que confíen en la economía española. Semejante patochada tiene toda la pinta de haber sido gestada en Moncloa, porque sólo allí se le puede ocurrir a alguien que nuestro país dé una nueva prueba de que se trata de una república bananera, organizando una representación teatral en la tierra de Shakespeare para tratar de convencer a quienes, por necesidad, son más listos que el hambre de que lo que es, no es, cuando realmente es. Y, encima, tenía como telón de fondo el espectáculo circense organizado por el ministro de José Blanco, con eso de que hay una conspiración para destruir a Zapatero. Basta con semejante espectáculo para que nadie en los mercados tome en serio a nuestro país. ¿Qué se puede esperar de un Gobierno que a la política antepone la charlatanería de feria? Pues eso, que mejor estar lejos porque con las inversiones, como con las cosas de comer, no se juega.

El problema es que en el Gobierno hay quien no quiere entender que por mucho que alguien se crea el cuento de la lechera, quien se juega el dinero exige realidades palpables y tangibles. No se puede pretender que los mercados confíen en España cuando nuestro país tiene que emitir este año, como mínimo, la friolera de 211.000 millones de euros en deuda pública, y eso sin contar con que haya que materializar toda esa otra deuda que respalda programas como el FROB, algo que puede ocurrir. ¿Por qué? Porque todo apunta a que se avecina una nueva oleada de morosidad por parte de esos promotores inmobiliarios a los que más de un banco y más de una caja de ahorros ha estado sosteniendo de forma artificial, mediante la refinanciación de unos créditos que no pueden pagar, gracias a que contaban con el dinero fácil que ha venido ofreciendo el Banco Central Europeo en los dos últimos años. Pero el BCE va a cerrar el grifo a partir de marzo y entonces vendrán los problemas para los promotores, para las entidades financieras y para el FROB, que, si se utiliza, tendrá que emitir deuda. Además, esos bancos y cajas venían comprando más de la mitad de la deuda emitida por el Estado, lo que ha permitido mantener relativamente bajo el diferencial de tipos con Alemania. Y eso también se va a acabar.

¿Cómo afronta el Gobierno esta situación, complicada, además, por un déficit público que tiene toda la pinta de contar con dos dígitos en 2010, igual que en 2009? Un país serio lo haría presentando un programa serio y creíble de ajuste en las cuentas públicas, tanto las del Estado como las del conjunto de las administraciones. Pero eso es un Gobierno serio, no uno que se dedica a hacer ‘road shows’ y a hablar de conspiraciones, porque carece tanto de planes de ajuste como de verdaderas intenciones de ponerlos en marcha. Por eso los mercados desconfían.

Por supuesto, el Ejecutivo alega que no va más allá en el saneamiento de las cuentas públicas porque la recuperación económica –que, a su juicio, ya está en puertas y va a ser muy fuerte y vigorosa– va a recomponer todo el daño hecho a la estructura productiva y al empleo. Eso sería así si, efectivamente, se dejara que se ajustase de una vez por todas tanto el sector de la construcción como el sistema financiero, lo que equivale a decir que quebrase quien tuviera que quebrar y que el precio de los activos inmobiliarios cayera todo lo que tiene que caer para corregir los excesos y las consecuencias de la burbuja inmobiliaria. Y aunque esto ocurriese, la recuperación todavía llevaría tiempo, hasta que se recompusieran los balances de las entidades crediticias y las empresas supervivientes y la situación patrimonial de las familias. Sin embargo, Zapatero no está por la labor de permitir el ajuste, con lo cual va a dilatar muy mucho en el tiempo el final de la crisis. Experiencias como la japonesa en la década de los 90 es lo que enseñan y los mercados tienen muy bien aprendida esa lección. Así es que cuando ZP envía a sus gentes a tratar de convencerles de las bondades de la economía española, su respuesta es la que cabría esperar, que resume muy bien la mofa del Financial Times con eso de que el Gobierno es un "simple". Desde luego, ante semejante respuesta por parte de una de las biblias de los mercados, es evidente que Salgado, Campa y todo el Ejecutivo se han cubierto de gloria tras la visita de los dos primeros a Londres. Para esto, mejor que se hubieran quedado en casa y que Blanco hubiera permanecido calladito, que así está más guapo. Pero volvamos a lo de la recuperación.

ZP sigue creyendo que ese producto de su fértil imaginación que es la economía sostenible y verde es la solución al problema del desempleo en España, porque no se quiere enterar de que, en un contexto de unión monetaria y de mercado laboral rígido como el español, lo que hace falta es una reforma de verdad del mercado de trabajo, y más aún cuando la economía española crece cuando se crea empleo, en vez de crear empleo cuando se crece. Y como no hay reforma, ni nada de nada, los mercados no se creen el cuento de la recuperación, sobre el que Zapatero deposita una parte importante del ajuste presupuestario y, por tanto, desconfían de la solvencia de España. De España y de su Gobierno, porque el espectáculo que van dando por el mundo sería digno de mención si no fuera porque las consecuencias del mismo son terribles y las pagamos los de siempre, o sea, los sufridos españoles de a pie.

En Libre Mercado

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