Que Hacienda prometa no subir los impuestos en un "plazo de meses" suena ciertamente a ultimátum: disfrute de los pocos días que le quedan hasta que volvamos a apretarle las tuercas.
Muchos españoles, de esos que votaron a Zapatero por desconfiar de los antipatriotas que anunciábamos la crisis o de esos que piensan votar a Rajoy porque creen que la situación actual no es tan grave como para no apoyar a su Zapatero-bis, todavía no son conscientes de dónde estamos. Posiblemente porque son ángeles caídos de la orgía crediticia –los hijos de la burbuja– se niegan a afrontar la cruda realidad (su cruda realidad). O tal vez porque, pese a perder su empleo, mantienen en general sus trenes de vida gracias al cóctel del subsidio de desempleo y de los trabajillos puntuales en el mercado negro, con la ventaja de que ya no tienen que preocuparse de si los impuestos suben o bajan.
Mal haríamos, con todo, en creer en la estabilidad de este tinglado intervencionista por el que unos 15 millones de trabajadores del sector privado mantienen a casi cinco millones de parados, a más de tres millones de funcionarios, a 8,5 millones de pensionistas y, lo que es peor, a una caterva de políticos manirrotos que no tienen complejo alguno en endeudarnos de aquí hasta nuestros bisnietos. Simplemente, las cuentas no salen por ningún lado y quien piense que esto puede perdurar indefinidamente más les valdría poner sus barbas a remojar.
De momento, el castillo de naipes de la economía española se ha mantenido con una huida hacia delante. Dado que ni José Luis, ni Mariano ni al parecer sus fieles simpatizantes, militantes y votantes quieren afrontar la realidad –el uno porque no quiere despegarse del sillón de la Moncloa, el otro porque quiere pegarse en él, unos y otros porque creen estar en un partido de fútbol más que legislando sobre nuestras libertades y haciendas–, han optado por vivir a costa de nuestro futuro. Ahí está el déficit público que este año superará los 120.000 millones de euros: algo así como el doble del IRPF o cuatro veces el IVA que recaudaremos en 2009.
Desde fuera, como quien analiza con distancia los incomprensibles ritos de una tribu aborigen, lo tienen claro: "España tendrá que acostumbrarse a vivir con impuestos mucho más altos". ¿Mucho más? Pues sí, mucho más. Contemplen simplemente la terrorífica evolución de los ingresos fiscales de la Administración Central: entre enero y noviembre de 2007 recaudamos 187.000 millones de euros, en el mismo período de 2008, 163.000, y en el de 2009, 136.000. Todo ello, claro, sin bajar, tal y como habría sido saludable, los gravámenes. ¿Y qué ha pasado con los gastos? En ese mismo período de 2007, los dispendios eran de 165.000 millones de euros, en 2008 de 179.000 y en 2009 de 226.000. Y lo que casi es peor, los gastos financieros para 2009, esto es, la devolución de la deuda que tenemos pendiente más sus intereses, van a ser superiores a la recaudación por IRPF: en otras palabras, ya trabajamos sólo para pagar la deuda pública.
En esas estamos. Y Ocaña quiere que nos tranquilicemos porque Zapatero espera recaudar, siendo muy optimista, quince mil millones de euros con la próxima subida del IVA en junio. Preparen sus carteras, que nuestros políticos tienen todavía muchas juergas que pegarse. Plaga de keynesianos y burócratas.