Pocos éxitos va a conseguir Zapatero en su semestre de presidencia europea si sus intervenciones se realizan a golpe de ocurrencias o, como ha hecho ante el Parlamento Europeo este miércoles, están pensadas, sobre todo, en clave española. Es así como hay que entender las palabras del presidente del Gobierno en Estrasburgo, lo cual dice de él muy poco como es líder de la UE que pretende ser y deja bien claro que no tiene más discurso económico que el que esgrime por estos pagos, que es muy parco en ideas novedosas o verdaderamente útiles para salir de la crisis.
ZP ha hecho un llamamiento a los países europeos para alcanzar un gran pacto entre trabajadores y empresarios con el fin de afrontar la crisis, curiosamente cuando en España empiezan a iniciarse nuevamente los primeros movimientos de cara a retomar el maltrecho diálogo social entre la CEOE y los sindicatos.
Sin embargo, el problema en la Unión Europea no es de enfrentamiento entre unos y otros, sino de cómo salvar a las empresas para que éstas puedan mantener el empleo y generar nuevos puestos de trabajo cuando se inicie la recuperación. En España el problema es el mismo, sólo que con la diferencia de que aquí el Gobierno quiere asignar a los empresarios el papel de cabeza de turco de una crisis de la que el Ejecutivo tiene bastante culpa, así como demonizarlos en aras de un discurso ideológico trasnochado por el cual pretende dar todo el poder a los sindicatos y someter a las empresas a sus designios. Craso error, por cierto, porque son las empresas quienes mantienen el empleo como pueden y quienes tendrán que generarlo después, cuando se den las condiciones para ello. No obstante, las posiciones que vienen manteniendo los sindicatos respecto a la necesaria reforma laboral para que las empresas puedan sobrevivir a la crisis y ser competitivas distan mucho de permitir dicha supervivencia. Las empresas necesitan ajustar sus costes para poder salir adelante, pero las centrales sindicales se niegan a ello y piden que los costes de la crisis los asuman otros que no sean los trabajadores y llenan sus discursos de mensajes del tipo de "nada de marcha atrás en los derechos sociales", cuando el primer derecho social, el inalienable, es el derecho al trabajo, un derecho que los sindicatos niegan con sus acciones a quienes lo pierden con el fin de seguir apoyando a la casta privilegiada, de quienes aún lo conservan aunque sea a costa del futuro de las empresas. ¿Es ese el pacto que quiere Zapatero para Europa? Porque si es así, está condenado de antemano.
Lo mismo cabe decir de la prácticamente única propuesta que ha concretado, la del coche eléctrico. Ésta no es más que una ocurrencia de su Gobierno que dista mucho de entrar a fondo en el debate energético que necesita Europa y que ya está teniendo lugar en los países avanzados, esto es, la reducción de la dependencia del petróleo, el aseguramiento del abastecimiento energético y la contención de los precios de la energía mediante un nuevo impulso al átomo. En Europa se construyen nuevas centrales nucleares, más limpias que las demás; en España se cierran y no se plantea otra alternativa energética y medioambiental que el coche eléctrico. Y la UE no parece dispuesta a comprarlo.
En última instancia, Zapatero ha pretendido que la Unión Europea ratificase su alocada política española, adoptándola. Pero el tiro le ha salido por la culata, en parte porque ha cosechado importantes críticas en la Eurocámara, en parte porque las propuestas de ZP van en dirección contraria a los vientos de política económica que soplan por Europa, los cuales, por cierto, están siendo mucho más útiles para salir de la crisis que las acciones y propuestas del actual inquilino de La Moncloa. Y dudo mucho que los líderes políticos de la UE estén dispuestos a cambiar de estrategia.
Con todo esto, Zapatero ha demostrado que es incapaz de articular una estrategia para la economía comunitaria. Sigue encadenado por su cortedad de miras y sus prejuicios ideológicos y continúa maniatado por sus problemas políticos, lo cual no hace más que confirmar las críticas vertidas contra él en las últimas semanas acerca de que carece de la talla suficiente para gestionar los asuntos europeos. Ni los europeos, ni los patrios.