El especulador es como el joker de la baraja francesa: vale para todo. En cualquier debate puede ponerse sobre la mesa y utilizarse como argumento comodín. Es de esas cápsulas que ahorran a uno el esfuerzo de pensar, de tratar de rebatir un argumento. Es probable que por ese motivo sea un recurso tan socorrido entre los políticos antiliberales, que son casi todos. Es fácil culpar de tus males a un enemigo invisible, a una causa tan poco definida. Y es que nadie sirve mejor de chivo expiatorio que quien no sólo es rico, sino que además se embolsa el dinero que no le corresponde.
Pero, ¿quiénes son en realidad los especuladores? Estos peligrosos enemigos de la economía no son más que aquéllos que tienden a comprar cuando los precios están bajos y a vender cuando están altos. Lo sorprendente es que no sólo no es un comportamiento reprobable, sino que es beneficioso para la sociedad. Imaginemos, por ejemplo, que especulamos en el mercado del grano de trigo. Si un año la cosecha es muy buena habrá una gran cantidad de oferta de grano, y por tanto los precios tenderán a caer. Este año el especulador comprará más de lo habitual, adquiriendo el exceso de oferta. Los precios no caerán con tanta violencia y el mercado se sostendrá en lugar de hundirse.
Pongamos que el año siguiente la cosecha es mala. La oferta será mucho más escasa y los precios tenderán a subir. Ese es el momento para que el especulador venda las reservas del año anterior. Él actuará en beneficio propio, pero gracias a ello habrá más cantidad de grano en el mercado y los precios no se dispararán. Este comportamiento amortigua las fluctuaciones del precio y suaviza las diferencias de cantidad de grano disponibles entre un año y otro, dando estabilidad a la economía.
De la crisis actual puede extraerse una conclusión parecida. En tiempos de recesión las empresas tienden a generar pérdidas. Como el precio de las acciones es el reflejo de las expectativas de beneficios futuros, las bolsas se desplomaron cuando la crisis asomaba en el horizonte. Los únicos osados que, en medio de una negra recesión mundial, decidieron dedicarse a invertir sabiendo que no habría reparto de beneficios son los odiados especuladores. Esa inversión, lentamente, está contribuyendo a levantar el mercado, a generar optimismo y a mover la economía.
Está bien, lo admito: el título de este artículo es una provocación. Porque para salir de la crisis, al menos en España, son necesarias importantes reformas que nos hagan más competitivos con respecto a otros países, que nos permitan ser más flexibles ante los cambios y que den mayor estabilidad a nuestro marco económico. Pero los malvados especuladores cumplen con un importante papel en la salida de la crisis. Son los que invierten cuando nadie quiere hacerlo, los que encienden la mecha de la recuperación. Los riesgos que corren son muy altos. Si también sus beneficios son mayores es porque la sociedad estará dispuesta a comprarles a un precio mayor cuando la incertidumbre se desvanezca. Por tanto, lo único que se requiere para que el título de este artículo sea cierto es que, al otro lado de la mecha, las autoridades hayan dejado lista la carga.