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José Antonio Martínez-Abarca

Díaz Ferrán me debe 100 euros

No creo sea muy apetecible para posibles inversores en este país asistir al espectáculo de un patrón de patronos que lleva sus cuentas con aproximadamente la misma prudencia contable que las embajadas catalanas en el extranjero.

El aún presidente de la patronal es un tipo que incuestionablemente se viste por los pies. Aquella tenida monclovita de la "concertación laboral" donde consiguió mantenerse tieso en la silla ante la descomposición nerviosa y quizás de otra clase de un Zapatero que sabe que tiene el poder absoluto en el país es de las que, con su marcha, haría decir a una Marlene Dietrich como en el final de Sed de Mal de Orson Welles: "Era un gran hombre". No a un cualquiera le amenaza Zapatero como hizo con él. Pero lamento coincidir en esto con el PSOE (coincidir con el PSOE, ni en misa menor). Díaz Ferrán ocupa, en mi opinión, de forma ya un poco obscena la presidencia de los empresarios españoles, por mucho que sus colegas lo sometan a pasamanería, loa y prez. Para estar ahí no hacía falta que fuera empresario. Para estar ahí hace falta no actuar así como empresario.

Se entiende que en España hay una miríada de patronos en dificultades o en situaciones desesperadas y sin embargo graves que no pagan porque no pueden, que quiebran o que se entregan a la melancolía. Pero las declaraciones de estas semanas de Díaz Ferrán sobre por qué todo lo suyo está a la última pregunta convidan a establecer claras y terminantes diferencias entre la audacia y la irresponsabilidad empresariales.

Es como para salir huyendo de cualquier cosa en la que el por tantos conceptos admirable Díaz Ferrán trabaje, aunque sea de bedel, su explicación de que vendió hasta el colchón, aparte de un monstruoso monto que no era suyo y que tal vez acabemos pagando todos, para invertir en empresas tóxicas "porque Caja Madrid lo hacía". Donde va Vicente, va la gente. Eso es perdonable en cualquier tontilindango de ésos que en estos años han vivido por encima de nuestras posibilidades, pero no en alguien de la fibra viril de Díaz Ferrán y, menos, alguien que se supone que sabe poner orden en su propia casa antes de predicarla sentado en la cúpula empresarial española.

No creo sea muy apetecible para posibles inversores en este país asistir al espectáculo de un patrón de patronos que lleva sus cuentas con aproximadamente la misma prudencia contable que las embajadas catalanas en el extranjero. No es tan notable la retirada de la licencia de vuelo y cierre de la compañía basura Air Comet, una de tantas como hay en la cosa aeronáutica, como la manera en que se ha producido, tan díazferranesca a juzgar por el criterio que ha seguido en el resto de sus empresas.

El que sobrefirma tuvo que anular a última hora un paquete viajero con su (ahora parece que extinta) apariencia de compañía aérea, y volver a sacarlo por Iberia, porque para ese día le habían convocado por supuesto una huelga. Por el inevitable rompimiento del contrato, se me quedaron con cien euros, muy mal habidos dado que aquello se pareció demasiado a una vulgar engañifa prevaliéndose de la ingenuidad del consumidor. Me los debe, pero ni siquiera soy el menor de sus problemas, tan gordo, tan inabarcable, tan insostenible es lo que se le viene encima.

En Libre Mercado

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