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Alberto Recarte

Las particularidades de la situación española

Hay razones bien fundadas que explican las diferencias entre los enormes problemas de los sistemas crediticios de los países desarrollados afectados por la crisis y la aparente falta de problemas del español.

Todas las entregas del ensayo La solvencia del sistema crediticio español: el futuro previsible, de Alberto Recarte, están disponibles aquí.

Parece evidente que nuestros problemas son mucho menores que los de la banca anglosajona, americana, inglesa o irlandesa, lo que desconcierta a propios, extraños y a las agencias de rating. Lo que ocurre es que los problemas de la banca de esos países se han puesto de manifiesto mucho antes que los nuestros y que, a un enorme coste, ya han sido resueltos. El sistema crediticio español ha pasado por una terrible crisis de liquidez y es ahora cuando empiezan a aparecer los problemas de mora y de solvencia que, aunque graves, tendrán menor entidad que los que han soportado los sistemas financieros de otros países desarrollados.

Las ayudas públicas

En España, las ayudas públicas para todo el sistema crediticio han sido mínimas. Los fondos públicos invertidos han sido hasta ahora irrelevantes. En total, se han gastado alrededor de 4.000 millones de euros en la compra de activos y se han destinado otros 6.500 millones de euros a capitalizar el FROB. Si a esas cifras se suman los cerca de 10.000 millones de euros que ha aportado el ICO para facilitar la concesión de créditos por parte de la banca, resulta que estamos hablando de alrededor de 20.500 millones de euros; una cifra que significa el 2% de nuestro PIB y que no tiene por qué traducirse en pérdidas. Los 4.000 millones de compra de activos es posible que no registren ni pérdidas ni beneficios. Los 10.000 millones gastados por el ICO registrarán pérdidas, pero no tienen por qué ser cuantiosas. Esas ayudas lo han sido, en definitiva, para facilitar liquidez al sistema crediticio español en unos momentos de enorme incertidumbre, no sólo sobre la supervivencia de nuestro sistema crediticio, sino sobre la de muchos otros países, empezando por los de Estados Unidos y Gran Bretaña.

La ayuda pública más importante la han constituido, hasta ahora, la concesión de avales públicos para garantizar la emisión de deuda bancaria a tres años, y desde hace poco a cinco años, por una cifra total que en el tercer trimestre de 2009 ha alcanzado los 39.000 millones de euros de un total aprobado de 100.000 millones de euros. Se trataba, nuevamente, de facilitar liquidez al sistema crediticio; un sector dependiente, como el resto de la economía, de la financiación del resto del mundo. En la medida en que los problemas de liquidez en el mundo se han reducido, la necesidad de emitir deuda bancaria española con aval público también ha remitido. De hecho, en los últimos meses, algunas entidades crediticias españolas han colocado deuda a esos plazos u otros superiores, sin aval público, por alrededor de 12.600 millones de euros. Esos avales públicos tienen un coste para las entidades crediticias y no tienen por qué transformarse en pérdidas y gasto público definitivo.

Desde el punto de vista del coste para las finanzas públicas de las ayudas al sector financiero, España es una excepción. Nada que ver con los masivos gastos públicos de muchos otros países desarrollados para compra de activos de mala calidad, recapitalización de entidades quebradas y de compra o recapitalización de otras entidades financieras, como las de los seguros, y de empresas, como las automovilísticas, en Estados Unidos.

Es evidente que, desde el principio hubo problemas que afectaban a la "solvencia" del sistema crediticio español, en la medida en que los créditos concedidos a los sectores inmobiliario, constructor y los préstamos hipotecarios concedidos a los particulares –que suponen más del 60% del total del crédito bancario– terminarían por afectar a los fondos propios del sistema crediticio. Pero esa afectación se produce lentamente, a través de la aparición de créditos en mora, de la declaración de empresas y personas en situación de concurso de acreedores, y tras largos procesos judiciales.

Las pérdidas de otros sistemas financieros

En otros países, el proceso de pérdidas de sus sistemas crediticios y financieros ha sido rapidísimo, porque los créditos de las entidades crediticias se concedieron o invirtieron en la compra de complejos activos financieros que se suponían sólidos, porque las mayores agencias de rating los habían clasificado de esa forma. Al haber perdido esos activos financieros en muchos casos casi el 100% de un valor y al ser tan reducidos los fondos propios de la banca –por la propia naturaleza de este tipo de instituciones–, las pérdidas han superado, en muchos casos, la totalidad de esos fondos propios, que ha habido que reponer a través de nuevas inversiones por parte de instituciones públicas o con ampliaciones de capital suscritas por privados (en ocasiones acompañadas por la emisión de deuda a largo plazo con altísimo coste).

La situación del conjunto del sistema crediticio español recibe últimamente tanta atención porque no es fácil de entender que: a) teniendo una economía que se contrae al mismo ritmo que las del resto de Europa, b) un déficit público de los mayores de los países europeos o de miembros de la OCDE (sólo superado en 2009, por lo que se espera, por Estados Unidos, Reino Unido, Irlanda, Portugal y Grecia, al margen de algún otro país del Este de Europa) y c) una altísima tasa de paro, nuestro sistema financiero no necesite una recapitalización inmediata.

Spain is different: las razones de las diferencias

Las razones por las que nuestro sistema crediticio ha aguantado mejor la crisis financiera que los de la mayoría de los países son de orden diverso:

  1. Escasa inversión en productos financieros sofisticados, que han resultado fallidos y que sí han afectado a los mayores bancos del mundo fuera de España.
  2. Escasa inversión en renta variable, por lo que no le afectó ni el desplome de las cotizaciones hasta marzo de 2009, ni su posterior recuperación.
  3. Existencia de un fondo para "provisiones genéricas" que alcanzaba los 25.000 millones de euros en 2007.
  4. Renegociación de sus créditos con los principales deudores en el sector de promoción inmobiliaria: Esa renegociación ha incluido, hasta la fecha, la refinanciación de la deuda, con periodos de carencia y reducción de tipos de interés, las daciones en pago de activos a la banca para compensar créditos y la pura compra de activos de todo orden. Al parecer, según se deduce del Informe de Estabilidad Financiera de noviembre de 2009, la renegociación ha alcanzado un total de 60.000 millones de euros. Aunque es posible que en esa cifra figuren, también, las refinanciaciones de otro tipo de préstamos.
  5. Recapitalización y obtención de fondos a largo plazo, mediante ampliaciones de capital y emisión de obligaciones preferentes, por una cifra cercana a los 20.000 millones de euros en 2009.
  6. Ha sido relativamente reducido el porcentaje de los préstamos hipotecarios concedidos a las familias que ha entrado en mora.
  7. Tampoco son significativos los problemas derivados de los impagos de los créditos y préstamos concedidos al resto de la economía productiva sin relación con el sector inmobiliario-constructor.
  8. La internacionalización del Banco Santander y del BBVA y la importancia para sus cuentas de resultados de sus inversiones en América del Centro y del Sur –dos regiones que están sufriendo menos, con excepción de México, que Europa y Estados Unidos–, y su enorme peso en el sistema crediticio español.
  9. Las siguientes entidades crediticias por tamaño, La Caixa y Caja Madrid, aunque no están internacionalizadas, tienen una mayor diversificación de sus activos que el resto de las cajas, y, además, en el primer caso, ha registrado hasta ahora una muy reducida morosidad y, en el segundo, sigue teniendo un altísimo grado de eficiencia, lo que les está permitiendo mantener niveles de beneficios relativamente altos, aún después de dotar provisiones de gran cuantía.
  10. Estas cuatro entidades, junto con el Banco Popular, suponen más del 57% del balance consolidado de las entidades de crédito. En otros países, han sido las entidades mayores, más diversificadas, más internacionalizadas, más sofisticadas y más desreguladas las que han tenido mayores problemas. En España ha ocurrido lo contrario.
  11. La enorme rentabilidad de las entidades financieras españolas. En los primeros seis meses de 2009 los resultados, después de impuestos, del conjunto de las entidades de crédito fueron de 13.165 millones de euros. Y eso después de registrar menores resultados por la constitución de provisiones genéricas y, sobre todo, específicas, de otros 15.221 millones de euros. A finales de 2008, la banca española tenía un porcentaje de beneficios sobre el capital superior al 10%. El mayor de toda la banca europea.
  12. Esa rentabilidad se ha conseguido sobre la base de una gran eficiencia y de su carácter de banca retail, que permite la venta de todo tipo de productos financieros a sus clientes y que canaliza la mayor parte del ahorro y de la inversión que se producen en la economía española.

En conclusión, hay razones bien fundadas que explican las diferencias entre los enormes problemas de los sistemas crediticios de los países desarrollados afectados por la crisis y la aparente falta de problemas del español.

Nuestros problemas se están confirmando en la medida en que las refinanciaciones de muchos promotores inmobiliarios no se están traduciendo en la recuperación de su equilibrio económico y financiero, porque los planes de negocio que se aprobaron no se están cumpliendo. En la medida, en segundo lugar, en que aumenta el desempleo y, sobre todo, con el temor de que se mantenga en el tiempo, empeorando la situación financiera de muchas familias (recuérdese que en Españael 82% de todas las familiases propietaria de su vivienda); y, en tercer lugar, por la crisis de ventas del conjunto de empresas productivas diferentes de las del sector inmobiliario-constructor. Sin perder de vista las posibles pérdidas en las cuentas de resultados de muchas entidades financieras que tienen un tamaño excesivo dada la escasa actividad crediticia.

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