Feliz con la posibilidad de que finalmente se apruebe, Xavier Vidal-Folch aseguró en El País que las objeciones a la reforma sanitaria de Obama derivan del "prurito ideológico contra el gasto social".
A don Xavier, en cambio, no le pica nada cuando analiza los famosos 47 millones de "excluidos" sin seguro de salud, y se esmera en informarnos sobre su raza en lugar de señalar un aspecto sistemático y peculiar de ese grupo, que no es la raza ni la renta sino la edad. En efecto, se trata casi siempre de jóvenes, por lógica poco demandantes de servicios sanitarios, y que se autoexcluyen de los seguros porque éstos son muy caros. Su elevado precio no tiene que ver con el mercado libre sino con la intervención política y legislativa, desde el fomento de la litigiosidad hasta la prohibición de que las aseguradoras se nieguen a firmar pólizas según el historial sanitario del paciente o la prohibición a que estipulen un precio conforme a su edad.
Estos asuntos no le pican a don Xavier, encantado como está con la reforma de Obama, que es "una bendición desde el punto de vista del rigor económico" y además "el heraldo de un Estado del Bienestar, de una auténtica América europea, socialmente amable". Todo parecen ventajas pero de pronto el columnista apunta: "La inversión en la reforma costará un billón de dólares, a financiar por los contribuyentes más prósperos". Inobjetable. El gasto no es tal sino "inversión". Y para colmo de bienes lo pagarán los opulentos. Ningún prurito le asalta a la hora de reflexionar sobre la curiosa circunstancia de que esos Estados del Bienestar tan amables socialmente en Europa no son sufragados precisamente por los ricos.