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Emilio J. González

Paripé sindical

La medida alemana es inaplicable a nuestro país, pero es lo que se les ocurre a los sindicatos para evitar tener que hablar de lo que no quieren, esto es, de la reforma laboral que precisa España.

¿Alguien esperaba algo de una nueva ronda del diálogo social? Francamente, yo no. Todo esto no es más que parte del paripé que se han montado el Gobierno y los sindicatos para dar la sensación de que hacen algo para combatir la crisis económica y la destrucción de empleo, cuando la realidad es muy distinta. Y si hoy los sindicatos se tienen que sentar a hablar con las empresas van a tener que empezar a debatir cuestiones que pueden sacarles los colores y prefieren seguir haciendo como hasta ahora: lanzar ideas para que un Corbacho siempre dispuesto a plegarse a sus deseos las recoja y trate de convertirlas en medidas gubernamentales.

El caso más reciente es la propuesta de Comisiones Obreras de que España haga como Alemania, donde los trabajadores han aceptado reducir su jornada laboral para mantener los puestos de trabajo y el Estado les cubre la diferencia entre el sueldo que perciben por menos horas de trabajo y el que obtenían antes de la reducción. Con ello, Alemania por ahora ha evitado que se disparen las cifras del paro, pero la realidad de la economía alemana es muy distinta a la española, donde resulta del todo punto imposible aplicar semejante política. ¿Por qué? En primer lugar, porque España, con un déficit y un endeudamiento públicos galopantes ya no tiene margen presupuestario alguno para hacer nada, después de que el Gobierno haya tirado el dinero como lo viene haciendo desde antes incluso de la crisis. En segundo término, porque Alemania ya empieza a poner rumbo hacia la recuperación económica, con lo que dicha medida tiene un horizonte temporal corto, mientras que en España, en el mejor de los casos, los primeros atisbos de recuperación no se producirán hasta 2012 y, desde luego, no bastarán ni para crear empleo ni, tan siquiera, para poner coto a la sangría del paro. Dos años es mucho tiempo para que el Estado pueda financiar semejante política cuando, además, no tiene un solo euro en sus arcas.

Por último, Alemania es un país de grandes empresas, que tiene capacidad para mantener sus plantillas con menos horas de trabajo y se recuperarán tras la crisis y volverán a ser capaces de mantener altos niveles de empleo, mientras que España es un país de pequeñas y medianas empresas que carecen de la capacidad de conservar el empleo y se ven amenazadas por la posibilidad de quebrar porque carecen de potencia financiera para aguantar el tipo y porque no tienen acceso alguno a una financiación que está devorando el Estado con ansiedad. Así es que la medida es inaplicable a nuestro país, pero es lo que se les ocurre a los sindicatos para evitar tener que hablar de lo que no quieren, esto es, de la reforma laboral que precisa España.

A los sindicatos empieza a preocuparles la situación socioeconómica española, básicamente porque como ya se han destruido todos los empleos temporales, ahora el paro ya está afectando a los trabajadores con contrato fijo que son quienes, en última instancia, los sostienen con sus afiliaciones, escasas y decrecientes, y con su participación en las elecciones a comités de empresa, en las cuales muchos delegados se presentan bajo las siglas de UGT y CCOO sin ser afiliados de las mismas, lo que permite a ambas centrales mantener la ficción de que son representativas. Estos trabajadores con contrato fijo son los que ahora, ante la pasividad de Méndez y Toxo y su connivencia con un Gobierno que no hace más que empeorar la situación económica día a día, pueden volverse contra los sindicatos. De ahí su preocupación por dar la idea de que hacen algo cuando no es así. Por ello hablan de reducción de jornada a la alemana y por ello, también, han dejado que se extienda la idea de que se puede retomar el diálogo social, como si eso fuera a resolver algo.

Por desgracia, y tal y como están las cosas, a estas alturas ya no vale con decir que los sindicatos van a sentarse con la patronal a la mesa de negociaciones y no hacer nada más, porque la sociedad española ya está cansada de palabras huecas, sin contenido, y reclama soluciones. Unas soluciones que los sindicatos se niegan a debatir porque su posición no es pragmática, sino ideológica, y lo que hay que hacer en este país va en contra de las ideas equivocadas que defienden. Por ejemplo, hoy por hoy, con el 47% de los jóvenes en paro, es más necesario que nunca el acabar con el salario mínimo interprofesional para que puedan tener una oportunidad de ingresar en el mercado de trabajo, algo que nuestros sindicatos jamás van a aceptar. De la misma forma, es preciso abaratar el coste del despido en los nuevos contratos, que no en los ya existentes, para facilitar que las empresas puedan incorporar nuevos trabajadores en sus plantillas, a lo cual la respuesta sindical es un "no" más que amenazador. Y eso por no hablar ya, por ejemplo, de todo lo que tiene que ver con la movilidad laboral; ¿cómo se explica que, con los actuales niveles de paro, haya miles de puestos de trabajo sin cubrir en la agricultura?

Todas estas cuestiones, junto con la congelación e, incluso, reducción de los salarios, son las que tienen que tratarse en el diálogo social. Pero diálogo implica disposición a conversar y los sindicatos no la tienen cuando se trata de estas materias. Con lo cual no es de extrañar que Toxo haya enfriado las expectativas en torno al diálogo social. Mientras el Gobierno siga siendo prisionero de su temor a que los sindicatos le convoquen una huelga general y éstos persistan en su actitud de negarse a defender de verdad a los trabajadores y sus derechos, mientras perciben millones y millones de euros del Gobierno para tener la boca callada, aquí jamás podrá haber diálogo social. Y el tiempo de hacer el paripé por parte de las centrales ya ha pasado, porque no se pueden seguir creando falsas expectativas en una sociedad que pide a gritos soluciones contra el paro, porque las cosas pueden estar a punto de volverse contra UGT y CCOO.

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