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Agapito Maestre

Pilla y corre

Toda la ley es un inmenso trapicheo para ocultar lo importante: España ha dejado de ser una nación normal con un Estado decente para convertirse en 17 taifas o "estaditos". Los políticos no quieren gobernar sino pastorear poblaciones.

El escaso margen por el que se ha aprobado la nueva ley de financiación autonómica no refleja el "acuerdo" de fondo de todos los actores políticos implicados, a saber, es menester matar a España, pero sin rematarla. En efecto, excepto UPyD, el resto de los implicados han votado a favor o en contra sin importarles una higa el asunto central: España como Estado-nación ha desaparecido. El cinismo socialista ha sido tapado con la hipocresía de los populares. Del resto de los grupitos de la cámara, por ejemplo, los de UPN y CC, mejor no hablar.

Las comunidades autónomas ya no son las representantes de España en sus regiones, sino que compiten obstinadamente con España. Las autonomías son una cosa extraña, difícil de definir en términos de teoría política, que niega el Estado-nación, pero sin atreverse a abandonarlo definitivamente. O sea, todas las comunidades aspiran, o mejor, han conseguido una especie de independencia sufragada. Ha triunfando, sin duda alguna, el "modelo" catalán. La locura.

Esta ley, sí, sanciona una tropelía y, por supuesto, retrata a nuestra esperpéntica casta política. Ya ni siquiera se trata de una España asimétrica y desigual, sino de algo peor, y muchísimo más feo, a saber, los políticos- funcionarios quieren reducir a los ciudadanos españoles a una masa o gentío. Toda la ley es un inmenso trapicheo para ocultar lo importante: España ha dejado de ser una nación normal con un Estado decente para convertirse en 17 taifas o "estaditos". Los políticos no quieren gobernar sino pastorear poblaciones. Hay que gastar sin control de nadie. Esta salvajada "financiera", insisto, es el fruto del "modelo" nacionalista catalán: no se trata de conseguir una financiación eficiente y justa sino maximizar los ingresos fiscales per cápita por comunidad.

Es obvio que con esta ley las desigualdades crecen entre las diferentes comunidades autónomas y se penalizará, además, a las autonomías que menos gasten. Pero, lo peor de todo, es que han conseguido aprobar una ley orgánica que consolida la desaparición del Estado-nación. Esta ley es, reitero, la consecuencia lógica del Estatuto de Cataluña. En fin, por un lado, los socialistas y aláteres, incluidos los de UPN, cumplen rigurosamente con el Estatuto de Cataluña; y, por otro, el PP da grititos por "un gran acuerdo nacional", pero elude el asunto fundamental: denunciar el modelo nacionalista catalán. Todos, en fin, cogen la pasta y salen corriendo. Lo decisivo no se trata.

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