El Gobierno ahora dice que la recuperación económica ni viene, ni se la espera. Después de tanta declaración con que si ya hemos tocado fondo, con que si la mejora de la economía está a la vuelta de la esquina, con que si la reactivación de Alemania y Francia va a tirar de España, ahora resulta que, de eso, nada de nada. En cierto modo, no es de extrañar ese cambio de mensaje del Ejecutivo. Si ya mintió tan descaradamente con la existencia de la crisis para ganar las pasadas elecciones generales, ¿por qué no iba a hacer ahora lo mismo? No obstante, hay varias cosas que me dan que pensar en este giro de ciento ochenta grados que están dando Zapatero y sus ministros. Me explico.
Un reconocimiento acerca de la verdadera realidad de la crisis, que, en vez de estar a punto de concluir, es muy posible que se agrave todavía más, no se hace de la noche a la mañana. Hay indicadores económicos que ya venían avanzando lo que el Gobierno está empezando a admitir y, sin embargo, Zapatero y los suyos continuaban una y otra vez con su melopea de que la recuperación estaba a la vuelta de la esquina, como si de un mantra cuya repetición insistente pudiera obrar el milagro de que los deseos se convirtieran en realidad. Es decir, el Gobierno sabía, y sabe de sobra cómo están las cosas pero trataba de engañarnos una vez más, sobre todo para poder sacar adelante ese impresentable presupuesto para 2010 que sólo sirve para agravar la crisis y para que Zapatero trate de satisfacer a determinados grupos de interés cuyos votos busca denodadamente en el Parlamento o en las urnas. Vamos, un presupuesto que no hay por donde cogerlo y que habría que rehacerlo de principio a fin para adecuarlo a la realidad de la crisis. Pues bien, ese presupuesto tan nefasto ya pasó el primer debate, rechazando el Congreso todas las enmiendas a la totalidad, pero todavía le queda la tramitación en las comisiones de Economía del Congreso y el Senado donde sus señorías pueden cambiarlo radicalmente, sobre todo a su paso por la Cámara Alta. Teniendo en cuenta esto, resulta más que sorprendente que ahora el Ejecutivo reconozca que las cosas se van a poner todavía mucho peor cuando ha construido un proyecto de cuentas públicas que se basa en el escenario opuesto. Y resulta sorprendente ese reconocimiento porque, al hacerlo, está invitando a los grupos parlamentarios a reformar en profundidad unas previsiones de ingresos y gastos pensadas estrictamente para que el presidente del Gobierno las utilice con fines populistas y para tratar de seguir en el poder hasta agotar la legislatura. De acuerdo con esta lógica, Zapatero y sus ministros deberían haber retrasado el reconocimiento de la realidad hasta que los presupuestos hubieran concluido su periplo parlamentario. Sin embargo, no ha sido así y la cuestión es por qué.
No me cabe la menor duda de que parte de la respuesta se encuentra en que, de alguna manera, el Gobierno empieza a percatarse de que la situación es insostenible y de que ya no le queda margen alguno de huida, sino que, por el contrario, está al borde del abismo. Sin embargo, esto es sólo parte de la respuesta y me sospecho que la verdadera razón se encuentra en otro lado, concretamente en Bruselas, la sede de la Comisión Europea. ¿Por qué pienso así? Pues muy sencillo. Recientemente, el Ejecutivo comunitario le ha dicho al español que no apruebe el Fondo de Reestructuración Ordenada de la Banca, el famoso FROB, y que Bruselas tendrá que examinar caso a caso la concesión y autorización de ayudas. Al Colegio de Comisarios, desde luego, no le falta razón. Además de que defiendo el principio de que a las entidades financieras españolas con problemas, mayoritariamente cajas de ahorros, habría que dejarlas quebrar si no tienen solución, o dejar que otros se hagan con ellas, bien a través de fusiones interregionales, bien permitiendo que los bancos españoles y del resto de la Unión Europea puedan hacerse con ellas, es que la problemática de nuestro sistema crediticio no se deriva de la crisis financiera internacional, sino de los propios excesos que las cajas han cometido durante la burbuja inmobiliaria mientras el supervisor –o sea, el Banco de España; o sea, el Ministerio de Economía; o sea, la Presidencia del Gobierno– hacía la vista gorda para que la construcción siguiera dando brillo a las impresionantes cifras macroeconómicas de que presumía Zapatero en la pasada legislatura, aunque esas tasas de crecimiento económico y empleo fueran gigantes con los pies de barro. Dicho sencilla y llanamente, los problemas de las cajas de ahorros derivan de lo que los políticos han hecho con ellas, que no es otra cosa que utilizarlas para sus intereses y, con ello, destrozarlas. Así es que cualquier operación de salvamento de cajas con ayudas del FROB entra dentro de lo que prohíben los tratados europeos, es decir, el conceder ayudas a entidades en dificultades porque falsean la competencia. Bruselas por eso dice lo que dice respecto del FROB.
Siendo lógico este rechazo a los planes de Zapatero, la Comisión tiene una segunda razón, posiblemente más importante aún si cabe, para oponerse al café para todos en el sector crediticio. Y es que las ayudas previstas en el FROB no se concederían con cargo a los presupuestos, sino que se financiarían emitiendo deuda pública. He aquí el quid de la cuestión. A la Unión Europea le preocupa, y mucho, el cariz que están tomando los acontecimientos económicos en España y teme la argentinización de nuestra economía, es decir, en román paladino, que nuestro país se vea obligado a suspender pagos porque no pueda atender a tanta deuda como está emitiendo y tanto bono como pretende sacar al mercado el próximo año; unas obligaciones que, de conseguir colocarla entre los inversores, sería sólo a tipos de interés prohibitivos que agravarían todavía más si cabe la crisis económica y de empleo. En otras circunstancias, todo esto le importaría poco menos que un bledo a Bruselas y a nuestros socios comunitarios. Sin embargo, resulta que España es miembro del euro y una suspensión de pagos por parte de nuestro país afectaría al conjunto de la eurozona y a la credibilidad de la moneda única. Ante esto, la UE sólo tiene dos opciones: o echarnos del euro, o intervenir la economía española. Con el rechazo al FROB, la Comisión parece haberse decantado por lo segundo, porque implica rechazar también que nuestro país siga endeudándose hasta niveles insostenibles simplemente por el puro capricho de un presidente que gobierna a golpe de ocurrencia, a base de tirar de chequera, sin medir las consecuencias de sus decisiones y sin querer escuchar el más mínimo consejo que tenga un poco de sensatez si va en contra de sus planes.
Por tanto, tenemos ya a la UE interviniendo de forma no declarada la economía española y cuando la Comisión actúa de esta manera es porque cuenta con el respaldo de Alemania y Francia. Así es que parece que, una vez más, lo que hay que hacer en nuestro país va a venir impuesto por Europa, a través de mecanismos y formas de presión que están empezando a desvelarse con el rechazo al FROB. En estas circunstancias, Zapatero no puede seguir negando la verdadera realidad de nuestra crisis y por eso ha empezado el reconocimiento de cómo están las cosas, con independencia de lo que pueda suceder con sus nefastos presupuestos durante la tramitación parlamentaria, sobre todo porque no quiere que nadie le afee nada durante su semestre de presidencia de la UE del que, por lo visto, espera tanto.