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Emilio J. González

La quiebra de la cohesión social

Así va España, con un Gobierno enloquecido y una oposición acobardada. Visto lo visto, casi lo mejor sería que nos acabaran interviniendo el FMI y la UE. Sería un duro golpe para el orgullo patrio, pero puede que sea la única salida.

El Gobierno sigue practicando la demagogia con eso de que su política es muy social, para ver si, de esta forma, consigue arañar algún que otro voto. El último ejercicio acaba de realizarlo la vicepresidenta económica, Elena Salgado, cuando, para defender unos presupuestos que no hay por dónde cogerlos, ha dicho que "podemos soportar un periodo de dificultades económicas graves, pero no podemos soportar una quiebra de la cohesión social". Con ello quiere dar a entender que si el déficit presupuestario va a alcanzar cotas de escándalo y la deuda pública niveles insostenibles es porque el Ejecutivo de Zapatero está haciendo todo lo posible porque nadie quede desatendido. Nada más lejos de la realidad. De hecho, si algo está consiguiendo la política económica de ZP es, precisamente, quebrar esa cohesión social que tanto dicen los miembros del Gabinete que les preocupa.

La política fiscal de Zapatero marcha por el camino más equivocado posible. Como ZP se niega a buscar un gran pacto con el PP para superar la crisis económica, cada vez que necesita apoyos parlamentarios para sacar adelante cosas tan importantes como los presupuestos tiene que mercadear para conseguir los votos precisos. Eso siempre tiene un coste porque quien le apoya no pide políticas económicas de saneamiento, de impulso al crecimiento y de creación de empleo, sino dinero para satisfacer sus intereses, lo que aumenta los gastos del Estado. Pero es que, además, ZP sigue queriendo resolverlo todo a golpe de chequera y se niega a apretarse el cinturón. El resultado es que ya se ha gastado lo que tenía y ahora está haciendo lo mismo con lo que no tiene. De ahí se deriva un déficit público que, este año, va a terminar por encima del 12% del PIB y una deuda pública que crece desbocada y que, según Barclays Bank, alcanzará el 132% del PIB en 2012.

Esa tendencia, diga lo que diga el Gobierno, nos lleva al desastre. Ya se lo ha advertido el Banco de España. Si sigue creciendo el endeudamiento público, el Estado no va a tener capacidad para nada más que no sea atender al pago de la deuda. Así es que adiós a toda política social. Y es que la carga de la deuda amenaza con volverse insoportable en poco tiempo. Hasta ahora, el Gobierno ha venido financiando el déficit a corto plazo porque los tipos de interés son más bajos. Pero, a partir de marzo, vamos a ver qué pasa, porque entonces el Ejecutivo va a tener que inundar los mercados con emisiones de deuda que van a disparar los tipos de interés. Si eso no ha ocurrido hasta ahora es porque el poco crédito disponible en la economía española lo está absorbiendo el Estado, a costa de la financiación a las empresas y familias, pero los bancos y cajas de ahorros patrios tienen una capacidad limitada de crédito, que se va a reducir en cuanto el Banco Central Europeo empiece a retirar las medidas para expandir la liquidez, y entonces España no va a tener quién le compre la deuda si no es ofreciendo tipos de interés más propios de una república bananera que de una economía que hasta ahora se decía avanzada. Esto va a suponer que el Estado tendrá que dedicar cerca de la mitad de sus ingresos a pagar los intereses de la deuda en que está incurriendo. ¿Qué política social va a poder desplegar entonces? Ninguna. Ese es el primer paso de la quiebra de la cohesión social.

El segundo vendrá porque al dejar sin crédito al sector privado, éste va a ser incapaz de contribuir a relanzar un crecimiento económico y generador de empleo, con lo cual el paro seguirá creciendo y creciendo, añadiendo más gastos a las maltrechas cuentas del Estado que éste no va a tener capacidad suficiente para atender, sobre todo para aquellas personas que vayan agotando el derecho a la percepción de la prestación por desempleo. La quiebra de la cohesión social, por tanto, está servida. Además, como el Gobierno va a ser incapaz de reducir el déficit por debajo del 3% del PIB en 2012, como le exige la Unión Europea, y como la UE está empezando a ponerse muy seria en este asunto, porque pone en peligro la continuidad de la unión monetaria, España se enfrenta al riesgo cierto de que la expulsen del euro, lo que sería una catástrofe de dimensiones monumentales, o que tengan que acudir en su ayuda el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea, como si de Argentina o de una república bananera se tratara, lo que también sería un verdadero desastre. Y lo que impondrían en ese caso los salvadores sería una terapia de caballo que nos evitaríamos si Zapatero empezara a hacer lo que tiene que hacer. Por desgracia, y visto lo visto en el debate de presupuestos, esto no va a ocurrir. Así es que tenemos depresión económica y altos niveles de paro para largo, lo que supone la quiebra total de la cohesión social, y más aún si los sindicatos siguen encastillados en que no se ponga en marcha la necesaria reforma social y el Gobierno siga actuando a su dictado por miedo a una huelga general.

¿Y qué dice a todo esto el PP? Pues lo de siempre, mucho criticar al Gobierno pero nada de presentar propuestas concretas sobre lo que hay que hacer, en lo cual Rajoy y los suyos se equivocan de plano. Rajoy teme concretar las propuestas económicas del PP por miedo a las críticas de los socialistas y con ello lo único que consigue es que éstos le critiquen por no tener alternativa alguna al desastre que está consumando el Gobierno. Pues puestos a que a uno le acusen haga lo que haga, es mejor que sea por llamarle al pan, pan y al vino, vino y dejar bien claro que para superar la gravísima crisis en la que estamos metidos hará falta sangre, sudor y lágrimas. Es un error quedarse quieto esperando a que el Gobierno caiga, cual fruta madura del árbol, como consecuencia de la situación económica porque, tal y como indican las encuestas, eso puede que no ocurra, sobre todo después del caso Gürtel. Así va España, con un Gobierno enloquecido y una oposición acobardada. Visto lo visto, casi lo mejor sería que nos acabaran interviniendo el FMI y la UE. Sería un duro golpe para el orgullo patrio, pero puede que, tal y como están las cosas en estos momentos, sea la única salida.

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