"-¡No! –gritó el chef– ¡Vas a pagar y te vas a larga a la puta calle", escribe Bukowski al acabar La vida de un vagabundo.
Y Michael Crichton narra el destino de una chica mala con estas palabras:
– Así que te sugiero que me preguntes amablemente qué debes hacer a continuación. Porque ahora no te queda más remedio que obedecer órdenes. Si haces lo que se te ordena y te comportas como una buena chica, es probable que John te indemnice. Digamos... con tres meses de sueldo. De lo contrario, te quedarás en la puta calle y sin nada que llevarte a la boca.
Se inclinó hacia ella: "¿Entiendes lo que te digo?".
Bien, como se ve, cuando alguien manda a alguien a que deje en paz los asuntos de otros lo manda a la "puta calle", es decir, al espacio simbólico donde los peligros abundan, el paro acecha, la perversión sitia y los pecados cercan. Pero mandar a uno a la "puta casa" esconde un juicio de valor insoportable. Si la puta es la calle, ninguna familia es aludida. Todas lo son, más en grado menor y lejano. Lo de la "puta casa" implica que una casa de las muchas de la calle es la puta y no es cualquier casa, es la de alguien: "tu puta casa", la casa de tú, es decir, la casa de Mafo. Ergo, algo hay prostituto y podrido en la casa de Mafo, gobernador del Banco de España. O sea, "a tu puta casa" es un improperio más insultante que "a la puta calle". Se ha proferido con la intención de insultar y seguramente por orden de la superioridad. El verdugo fue Ricardo Martínez, secretario general de la UGT de Madrid que seguramente ahíto de insultar a Esperanza Aguirre vio el cielo abierto cuando los indicaron el perfil de su nueva presa.
Creo sinceramente que se ha cometido una gravísima falta de urbanidad, de respeto y de compasión con el gobernador pro socialista Miguel Ángel Fernández Ordóñez que –no hay mal que por bien no venga–, prueba en sus carnes la pócima del palabrón, estrategia dirigida desde que existe el "sindicalismo de clase", de la clase peor, naturalmente, hacia los políticos de la derecha, del centro y, cómo no, de empresarios varios, grandes, medianos y pequeños. La que ha mostrado la boca de Martínez es la enfermedad radical del sindicalismo barato: la descalificación frente al argumento, la persecución frente al raciocinio, la checa frente a la libertad. Vuelve la España negra. Almudena Grandes quería pegar tiros a los periodistas, Almodóvar se inventa golpes de Estado del PP y ahora la UGT, manda a la "puta casa" –qué tendrá esa casa para que la maldigan–,a un hombre de El País, de Prisa de toda la vida y naturalmente, de Zapatero, que lo nombró para mandamás del Banco de España y que, ahora, seguramente, se arrepiente del hecho.
Vamos a ver qué pasaría si yo en este momento digo:
Y así podríamos seguir indefinidamente, preguntando por si verdaderamente pagáis la limpieza de vuestros locales, si habéis vendido algunos de los locales conquistados al Estado en estos años y habéis hecho negocios con ello. Y cómo no, si tenéis las cuotas de la Seguridad Social al día y cuántas deudas se os han condonado, por qué sois de las patronales, sí, patronales que más eventuales y empleos precarios contratáis y por qué intervenís, cobrando de las empresas, vía intermediarios o directa, en los EREs, en los conflictos y en todo lo que se cuece en torno a las empresas españolas.Mira Cándido, vete a tu puta casa. Has convertido el sindicalismo en un negocio pagado por todos los españoles con el que ingresas miles de millones de pesetas cada año procedentes del Estado, de las comunidades autónomas, de las diputaciones, de los ayuntamientos y de no pocas empresas que experimentan un alivio seguro cuando tienen que aprobar un convenio o solicitar un ERE.
Vete a tu puta casa porque nos estás costando un montón de dinero a los ciudadanos sin que sepamos por qué tenemos que apoquinarle de este modo a una organización que no tiene apenas afiliados (UGT no llega al 7 por ciento de la población asalariada) y que, con un agarre constitucional débil, ha logrado hacer que seamos todos los que paguemos nóminas y dispendios, edificios y organización de una estructura que permite vivir sin trabajar a miles de sindicalistas. ¿Cuántos, Cándido? ¿Cuántos miles? ¿Cuándo nos dirás en un informe riguroso cuánto dinero ingresa la UGT y cuántos sindicalistas están liberados?
Mira, Cándido, es que es dinero público, ¿sabes? No tuyo, no de Zapatero, es público, del público. Y queremos saber, yo desde luego, por qué la UGT tiene que convertirse en una de las mayores empresas de formación profesional del país sin haber acreditado mérito alguno para ello sino constituyéndose en intermediario de los que necesitan la formación, los trabajadores, y los que la imparten, los que saben. Y quiero saber por qué estáis intentando lo mismo en la Ley de Dependencia. Dentro de poco, ni habrá ni un cuidador familiar que no sea o haya pasado por las horcas sindicales.
Y Toxo, lo mismo digo.
Si os decimos, "iros a vuestra puta casa" de una vez y os duele, ¿comprenderéis que lo ha hecho este señor de Madrid es algo que una democracia no puede soportar y que es inconcebible que os hayáis sonreído incluso ante esta agresión? Y no es sólo decirlo. Es pensarlo porque pensarlo siquiera indica en qué abismo ideológico de intransigencia y despotismo os desenvolvéis. El que no piensa como vosotros, a su puta casa. ¿Y si no quiere, qué? ¿A eliminarlo?
Lo mío está mal, igual de mal, falta de urbanidad, de respeto y de compasión, pero al menos aporto datos cuando os mando, retóricamente, a vuestra puta casa. Razono. Induzco. Deduzco y concluyo.
Ya que todo eso falta en el improperio hacia el MAFO de marras, a ver si es que estamos empezando a sufrir el peso de la trama despótica un naciente sindical-socialismo.