Por muy socialista que sea Miguel Ángel Fernández Ordóñez (Mafo), por mucho que, como gobernador del Banco de España, cuente con la asistencia del mejor y más informado servicio de estudios económicos de este país, ya puede decir lo que quiera que el Gobierno no le va a hacer ni caso. Zapatero tiene sus propias ideas sobre la crisis económica y no admite consejo alguno, y menos aún si proviene de alguien vinculado de alguna manera con Felipe González, quien se ha convertido en su bestia negra dentro del socialismo. Da igual que Mafo diga lo que diga, que ZP va a seguir a lo suyo, caiga quien caiga.
El gobernador del Banco de España acaba de advertir que la subida de impuestos que ha aprobado el Gobierno debe destinarse a reducir el déficit y no a financiar nuevos incrementos del gasto público, con el fin de evitar que el crecimiento de la deuda pública, como puede ocurrir, termine por ahogar al sistema financiero y a la economía española. Desde luego, tiene toda la razón, pero eso da lo mismo. Este Gobierno, en materia económica, se alimenta de las fantasías de su presidente y no quiere saber nada más. Como Zapatero sigue pensando que tiene baraka y que basta con que diga o desee una cosa para que ésta se convierta en realidad, pues anuncia que en 2012 España habrá reducido el déficit presupuestario por debajo del 3%, como nos exige la Unión Europea, y se queda más ancho que largo, sin tomar medida alguna y siguiendo gastando lo que tiene y lo que no tiene, como si ese 3% fuera a alcanzarse por arte de magia... o de birlibirloque, que con ZP viene a ser lo mismo. Por desgracia para el inquilino de La Moncloa, las cosas están tan difíciles y todo el mundo está tan acostumbrado a que este Ejecutivo mienta por sistema, que nadie tiene la menor confianza en lo que dice si no viene acompañado de un plan detallado de medidas que explique cómo se va a conseguir llegar a ese nivel. Porque aquí nadie cree en milagros y todo el mundo sabe de la afición de Zapatero a sacar conejos de la chistera.
Zapatero sigue pensando que basta con que haga una declaración de intenciones para que los agentes económicos adapten sus expectativas a la misma y obren en consecuencia. La verdad es que lo hacen, pero de forma distinta a como le gustaría al presidente del Gobierno, porque saben de sobra que sus palabras, en el mejor de los casos, están huecas, aunque normalmente quieren decir justo lo contrario de lo que expresan. Pero ZP sigue a lo suyo y, por tanto, ni hay plan de ajuste, ni nada que se le parezca.
El Gobierno, además, está convencido de que en cuando empiece a consolidarse la recuperación económica en Alemania y Francia, va a venir a continuación la de España, vía exportaciones. Zapatero está convencido de ello y la vicepresidenta económica, Elena Salgado, así se lo acaba de decir a ese Fondo Monetario Internacional que, por lo visto, no entiende nada de nada, para que comprenda cuán equivocadas son sus negativas previsiones para la economía española. Sí, sí, equivocadas... pero porque se quedan cortas a la hora de reflejar la magnitud del desastre que tenemos encima. Porque para que el sueño de ZP de reactivación vía ventas al exterior se produzca tienen que pasar antes muchas cosas. Por ejemplo, que las familias de la Unión Europea y de Estados Unidos reduzcan considerablemente su endeudamiento para que puedan empezar a consumir más porque, mientras tanto, se van a dedicar a devolver a los bancos todo lo que les deben, que es mucho. También tiene que suceder que las economías sean capaces de aguantar el tipo en cuanto los bancos centrales empiecen a retirar tantísimo dinero como han inyectado en el sistema financiero en los dos últimos años, entre otras cosas a golpe de subida de los tipos de interés, cosa que no está clara que vaya a suceder. Y también tiene que ocurrir que la economía española esté preparada para aprovechar esos vientos favorables el día que empiecen a soplar, que ni de lejos lo está. El fortísimo crecimiento de la deuda pública va a dejar sin financiación al sector privado, la subida de impuestos va a frenar el consumo y la inversión y a impulsar el paro, sin reforma laboral no se va a crear empleo y sin medidas para restaurar la competitividad de la economía española difícilmente se va a exportar. En resumen, que para poner el barco a favor del viento hay que recortar drásticamente el gasto público, bajar los impuestos en cuanto se pueda y hacer esas reformas estructurales que Zapatero lleva negándose más de cinco años a poner en marcha.
Esto se lo está diciendo a ZP todo el mundo: los expertos, los organismos internacionales, el Banco de España, pero es como predicar en el desierto porque Zapatero no admite consejos de nadie, por muy sensatos y juiciosos que sean, y menos aún si vienen de unfelipistacomo Mafo. El presidente sigue encerrado en su torre de marfil, imaginándose a sí mismo como el salvador del mundo, sin querer abrir los ojos a la realidad para no tener que darse cuenta de que camina al borde del precipicio y de que ha puesto a la economía española en la misma situación. Le digan lo que le digan, él va a seguir a lo suyo hasta consumar el desastre.