Cuenta Cervantes en el capítulo XXII del Quijote, allí donde el desfacedor de entuertos se topa con un Ginés de Pasamonte, antiguo reo condenado a galeras, que el temible látigo con que el cómitre azotaba sin piedad a los remeros llevaba por nombre corbacho. Así, significándose con tan inquietante etimología, nadie se extrañe del alborozo con que el compañero Celestino ha dado en celebrar el inminente subidón del IVA. Y es que no se antoja fácil, ni siquiera para cráneos previlegiados como el que nos ocupa, explicar a la afición que un incremento de los impuestos indirectos sea asunto muy de izquierdas.
En fin, debe ser que uno estudió por el plan antiguo, pero tenía entendido que eso de tratar igual a los desiguales era algo regresivo, anatema para los socialistas pata negra. No obstante, si vivía en el error y tan progresista y solidario resulta que Agamenón y su porquero soporten idéntica carga fiscal, ¿por qué no elevar el IVA mucho más aún? Meterles un buen corbachazo, por ejemplo del 25 por ciento, a todos esos oligarcas que acuden cada mañana en busca del pan en las tahonas y el Don Simón en el Súper. Total, si como predica el Keynes de Hospitalet el vergazo tributario no acarreará repercusión ninguna en el consumo de la gente, ¿a qué andarse entonces con tibiezas, remilgos y medias tintas?
Bien está, por lo demás, que los ricos fetén, los de verdad, continúen donando una propina a Hacienda gracias a las célebres SICAV, esas deliciosas casitas de muñecas fiscales que les construyó el amnésico PSOE de la vieja guardia. Que una cosa es cantar la Internacional en Rodiezmo y otra dar el cante en Intermoney. Sin embargo, cómo no estremecerse de pánico al acusar recibo de que "los que más tienen" –Pepiño dixit– habrán de cargar sobre sus espaldas nada menos que con el... 5% del esfuerzo fiscal adicional. ¡El cinco por ciento! Si eso no es el terror rojo, que venga Largo Caballero y lo vea. Los poderosos deben estar desolados. Quizá a estas horas ya estén huyendo despavoridos hacía la frontera. El cinco por ciento, desde la desamortización de Mendizábal no se había visto desafuero semejante. Y los sindicatos "de clase", callados como muertos. País.