Aunque todavía tendremos que esperar a mañana para que la ministra Salgado desvele los detalles de su anunciada subida de impuestos, el Gobierno de Zapatero ya lleva meses recurriendo a diversas estrategias propagandísticas para hacernos pasar por buena su mercancía averiada. Primero empezaron vendiéndonosla como un imperativo moral, como si se tratase de una muestra de solidaridad en beneficio de los que han perdido el empleo y están en peor situación que nosotros. Impuestos y solidaridad, sin embargo, son mutuamente excluyentes por la sencilla razón de que la solidaridad, como todo valor moral, requiere previamente de la libertad. En este sentido, somos solidarios si voluntariamente ayudamos a nuestro prójimo; mas si nuestro dinero nos lo sacan coactivamente a través de los impuestos, no convertimos, con absoluta independencia de a qué se destinen, en sujetos pasivos de los que no cabe hacer juicio moral alguno.
Aunque muchos no sean conscientes de este sencillo argumento en contra de la subida de impuestos, el caso es que esta estrategia gubernamental de apelar a la solidaridad en defensa de su voraz política fiscal no ha colado del todo. Tal vez sea debido a que mucha gente es consciente de lo mucho que ya paga a la Seguridad Social para cubrir su eventual desempleo, o bien porque también saben que el Estado bien podría apretarse el cinturón suprimiendo cuantiosos gastos superfluos e innecesarios antes de exprimir más al sufrido contribuyente. Por otra parte, creo cada día son más quienes se dan cuenta de que la solución debe consistir, no en la financiación de una situación de subsidio y dependencia, sino en la reactivación de la economía y en la creación de puestos de trabajo, cosa que esta subida de impuestos, lejos de alentar, va a obstaculizar.
Aunque la poderosísima maquinaria propagandística del Gobierno no haya dejado de utilizar esta estrategia que apela a los buenos sentimientos de la gente para enturbiar su juicio crítico, los socialistas han recurrido a otra estrategia clásica suya, aparentemente distinta de la anterior, como es hacer creer a la mayoría de los ciudadanos que esta subida fiscal no les afecta. Buen ejemplo de ello son las últimas intervenciones de Zapatero diciendo que las "rentas altas" serán las que asuman el "máximo esfuerzo", o las todavía más recientes y desvergonzadas manifestaciones de Salgado asegurando incluso que la subida fiscal "será buena para el trabajador".
Creo recordar que fue Raymond Aron quien, en cierta ocasión y ante un importante incremento del gasto público, le dijo a un periodista "Si usted se cree que este incremento del gasto lo van a financiar exclusivamente los ricos está profundamente equivocado. No hay suficientes ricos". Por otra parte, una subida de impuestos que, a falta de mayor detalle, ya contempla un incremento del IVA es muy difícil que se venda como algo que sólo afecta a los ricos en beneficio de los pobres.
Con todo, tampoco deberíamos despreciar el poder de obnubilación que, en este caso, tiene la envidia, más aún si se encubre con los ropajes de una falsa "justicia social" que en realidad significa "un menos para todos", tal y como diría el sociólogo Helmut Schoeck. No creo que la gente llegue a tratar la envidia como nos recomendaba Hayek y como hacia Stuart Mill; esto es como "la más antisocial de todas las pasiones". Sin embargo, creo que está al alcance de nuestra mano denunciar la subida de impuestos como una de las políticas más antisociales.
Finalmente no quiero dejarme en el tintero al "argumento ecológico", la más reciente argucia con la que el Gobierno trata de vender esta subida fiscal que también afecta a los carburantes. Aunque sea una relativa novedad en el clásico argumentario de quienes defienden el incremento de impuestos, el Ejecutivo ya viene apelando a la defensa del medio ambiente para subir los impuestos, tal y como se deducía de su anuciado Plan de Economía Sostenible. El ministerio de Salgado ahora nos informa de un "impuesto verde" y hasta Zapatero aprovecha su intervención en la ONU para estimular el circo montado entorno al apocalíptico cambio climático. Todo para encubrir lo que no es más que su afán recaudatorio.
Esperemos, pues, que por mucho que el Gobierno estimule una falsa solidaridad, una falsa justicia social y una falsa defensa del medio ambiente, no nos venda la moto.