El ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, acaba de acusar a la patronal CEOE de querer poner en peligro las pensiones con su pretensión de que el Gobierno reduzca en cinco puntos las cotizaciones empresariales a la Seguridad Social. Corbacho, de esta forma, se suma a la demagógica estrategia de Zapatero de culpar a todo el mundo de todos los problemas, excepto al Ejecutivo, que es el auténtico responsable, a base de demagogia populista. ZP afirmaba el otro día en la reunión de la Ejecutiva federal del PSOE que la crisis se debía a la avaricia de los empresarios. Ahora, el titular de Trabajo viene a decir poco menos que las empresas quieren poner en peligro las pensiones con su insistencia en que se recorten las cotizaciones sociales, sin importarles lo más mínimo la solidaridad con los jubilados porque sólo piensan en su cuenta de resultados. Populismo del peor en estado puro con tal de no hacer lo que hay que hacer porque Zapatero ha elevado a dogma su equivocada interpretación de lo que es política social y no hay quien le haga apearse del burro por más que el propio Corbacho siga diciendo que el incremento del paro, que eso sí que es antisocial, dista mucho de haber concluido.
El mensaje del Gobierno es sencillo de comprender para aquellos a quienes va dirigido. Básicamente consiste en lo siguiente: si ahora se recortan las cotizaciones empresariales a la Seguridad Social no habrá ingresos suficientes en el sistema para pagar las pensiones. Claro, conciso y fácil de entender, como toda demagogia populista, para quienes acepten una visión tan simplista de las cosas y no quieran pararse un momento a pensar en la monumental falacia que subyace detrás de semejante idea. Hoy por hoy, el sistema público de pensiones ya está en déficit porque con el aumento del paro se está hundiendo la recaudación por cotizaciones, tanto empresariales como de los trabajadores. Por tanto, si se hace algo para detener la sangría del desempleo, esa tendencia perniciosa se frenará. Sí, además, lo que se haga sirve para generar puestos de trabajo, entonces los ingresos de la Seguridad Social empezarán a crecer. En realidad, ese sería el efecto de una rebaja de las cotizaciones empresariales, porque lo que se pueda perder de recaudación por reducirlas en cinco puntos se ganaría con creces porque las empresas contratarían a más personas por las cuales cotizarían. Estas mismas personas también pagarían su cotización a la Seguridad Social, con lo que, a medio plazo, el resultado es más positivo que la situación actual. Por desgracia, el Ejecutivo está gestionando tan mal la crisis, en especial a todo lo que se refiere al gasto público y a los ingresos presupuestarios, y está insistiendo tanto en una visión social trasnochada que él mismo se está cerrando las puertas a hora de aplicar medidas razonables.
El gran problema financiero al que se enfrentaría el Gobierno en caso de decidirse a recortar la cotizaciones sociales, lo cual sería poco menos que un milagro dado el talante y la forma de ser de Zapatero, es que el impacto positivo en las cuentas de la Seguridad Social de semejante medida tardaría un cierto tiempo en dejarse sentir. Mientras tanto, a corto plazo, agudizaría la caída de los ingresos de la Seguridad Social y, por tanto, su déficit. No obstante, cualquier Gobierno mínimamente sensato y con unos conocimientos rudimentarios de economía entendería que eso no sería más que un pequeño escollo y sabría resolverlo perfectamente. ¿Cómo? Por ejemplo, utilizando temporalmente el Fondo de Reserva de la Seguridad Social para cubrir ese déficit temporal en las cuentas del sistema de pensiones; por ejemplo, reestructurando el gasto del Estado para aprobar una partida de carácter temporal que se hiciera cargo de la cobertura de ese desfase entre cotizaciones y prestaciones. La solución, por tanto, es sencilla... para cualquier Ejecutivo que no sea el de Zapatero, porque éste se ha creado a sí mismo tales problemas que el sólito se ha reducido su margen de actuación.
Zapatero ha apostado por afrontar la crisis a golpe de ocurrencia financiada a base de tirar de chequera, sin un plan racional y ajustado a la realidad que de verdad sirva para dejar atrás los duros tiempos que nos está tocando vivir. El resultado ha sido un déficit público que se ha desbocado y al cual no puede ponerle freno porque ZP, lejos de rectificar, sigue empeñado en más de lo mismo. Ese déficit, del entorno del 10% del PIB para este año, no ha provocado que se disparen los tipos de interés de la deuda pública española en buena medida porque el Fondo de Reserva de la Seguridad Social se ha invertido en títulos públicos españoles. Si ahora el Fondo tuviera que emplearse para restaurar temporalmente el breve desequilibrio a corto plazo que implicaría el recorte de las cotizaciones sociales, tendría que vender esa deuda y, probablemente, perdería dinero porque los inversores ya están empezando a reclamar una cierta prima de riesgo para comprar bonos españoles. Esa venta, además, dificultaría la colocación de las emisiones de deuda que tendrá que realizar el Estado en lo que queda de 2009 y en 2010. Así es que el sólito se ha creado el problema.
Además, con tanto gasto público y tanto aval del Estado a base de deuda, el Gobierno se está comiendo el margen de que pudiera disponer para atender temporalmente al déficit de la Seguridad con cargo a la imposición general. Si en lugar de tirar el dinero a espuertas con tanto Plan E, con tanta transferencia de recursos a unas autonomías manirrotas y con tanta media electoralista, empleara esos fondos en permitir una rebaja de las cotizaciones sociales, otro gallo le cantaría al empleo en este país. Y no digamos ya si, además, el Ejecutivo aprobara de una vez por todas esa reforma laboral que la economía española pide a gritos. Pero, y aquí está la otra cara del problema, Zapatero está atrapado en sus propios dogmas. ZP bebe de un socialismo trasnochado y radical, que piensa más en quitar a los que tienen, no mucho porque son las clases medias, en vez de dar trabajo y mejorar las condiciones de vida de los que no tienen, lo cual le impide actuar con la racionalidad y la estrategia que exigen las circunstancias. Así, lo único que está consiguiendo nuestro paladín de lo social es empobrecer dramáticamente al país y condenarlo a sufrir una gravísima crisis social, encarnada en la legión creciente de parados que está golpeando con extrema dureza al sistema público de pensiones. El peligro para la Seguridad Social, por tanto, no es el recorte de cotizaciones sociales, como dice Corbacho. El peligro real es ZP.