Si es verdad que la economía sumergida ha crecido un 30%, como tratan de demostrar los periodistas Núnez y Caballero en un magnífico trabajo publicado ayer en El Mundo a partir de las estimaciones de la Inspección de Trabajo y la Seguridad Social, olvídese el PP de que tengan algún efecto electoral sus críticas al Gobierno por la subida de impuestos que ha anunciado Zapatero. El problema es tan grave que ya no preocuparía tanto la subida de impuestos como detectar a quienes se sumergen, o sea, se esconden para no pagarlos. La subida de impuestos, nadie lo dude, generará un incremento aún mayor de la economía sumergida, que a su vez se convertirá debidamente tratada con los métodos propagandísticos de los socialistas en un apoyo decisivo para el populismo de Zapatero. ¿Cómo romperá este círculo el PP? Lo desconozco.
Si es cierto que sólo 28.000 parados sin ingresos, entre los más de 600.000 supuestos beneficiarios previstos por el Gobierno, habrían pedido el subsidio extra de los 420 euros, entonces olvídese el PP que se produzca una conflictividad social suficiente capaz de hacer cambiar el voto a su favor, al menos, a un millón de ciudadanos. Este dato confirmaría que estamos instalados en una economía paralela, en realidad, en un fraude tan masivo –especialmente concentrado, por un lado, en miles de empresarios que habrían dejado de facturar el IVA y, por otro lado, en cientos de miles de trabajadores que se habría negado a darse de alta en la Seguridad Social– que estaría afectando a las propias arcas del Estado. Pero por aquí tampoco espere demasiados cambios a su favor el PP, pues que ese inmenso fraude de empresarios y trabajadores aseguraría una baja conflictividad social, único dato que haría desnivelar la balanza entre el PSOE y el PP.
Si a esos datos unimos el regreso a sus respectivos países de más de millón y medio de extranjeros, entonces Zapatero tendría razón al afirmar que "basta con salir a la calle para ver que España no se hunde". ¿Dónde está, se pregunta el populista, la conflictividad? Salgan a la calle, reitera el cínico populista, y verán que todo funciona. Todo está tranquilo. Sumergido. Todo es una trampa. Zapatero, el populista, sabe lo que dice. Su maldad política no está reñida con su inteligencia ni con los datos que ofrece el propio Ministerio de Trabajo. Un país sumergido, por desgracia, no está hundido. Ojalá. Eso significaría que hemos tocado fondo y quizá, con mucha suerte, algunos de los millones de votantes socialistas cambiarían de parecer en las próximas elecciones.
Por desgracia, y la historia de países con fuertes y poderosas "economías informales" así lo confirman, una economía sumergida es, sobre todo, un apoyo para las políticas populistas. Tramposas. Zapatero en esto es un maestro. Parece que la crisis económica antes asegura la parálisis democrática que los cambios políticos. Ojalá me equivoque.