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Emilio J. González

¿Dónde está la alternativa económica del PP?

Si el PP quiere ganar de verdad las elecciones, los titulares de las noticias deberían ser del tipo "Las autonomías del PP acuerdan reducir impuestos para combatir la crisis", en vez de "Esperanza Aguirre ataca la crisis con bajadas de impuestos".

Muchas veces me pregunto qué tienen los estrategas del Partido Popular en mente. La grave crisis económica que padecemos y la desastrosa forma en que el Gobierno está actuando ante la misma le abrirían las puertas de La Moncloa de par en par a cualquier partido que fuera capaz de ofrecer una alternativa creíble, y mejor aún si además es ilusionante. Sin embargo, aunque el PP ya empieza a ser la opción preferida de los españoles en las encuestas de opinión, no acaba de rematar la faena adquiriendo la distancia suficiente para impedir que Zapatero siga gobernando, solo o con los votos de Izquierda Unida, Esquerra Republicana de Catalunya y demás. ¿Por qué? Porque además de que Rajoy dista mucho de ser un líder carismático, el PP, tan lleno de complejos porque sigue creyéndose que España es de izquierdas, ha optado por una política de perfil bajo para que no le puedan acusar los socialistas de ser esto o querer lo otro, hasta el punto que el partido ha quedado desdibujado y ya no se sabe qué es o a quién representa. Esta es la tónica general, que se repite de forma machacona en economía, un terreno en el que los populares pueden, deben y tienen mucho que decir y, sin embargo, son incapaces de presentar a la opinión pública una propuesta concreta que trace la hoja de ruta correcta para salir de la crisis.

Ya sabemos que en este país no es popular hablar de la reforma del mercado de trabajo, o del sistema de pensiones, o de otras muchas cosas, porque en seguida a uno le acusan de querer arrebatar a los trabajadores sus derechos sociales, cuando quienes se los están quitando son los que, con sus acciones u omisiones, impiden que se generen puestos de trabajo y siguen permitiendo que el desempleo campe a sus anchas por los páramos de España. Son las cosas de la política en nuestro país y los hay que piensan que llamar al pan, pan y al vino, vino resta votos cuando, en realidad, para resolver los problemas primero hay que saber qué es lo que pasa y explicárselo a los ciudadanos, que ya tienen pero que muy claro que estamos ante algo bastante grave y de lo que nos va a costar salir mucho tiempo y muchos esfuerzos. Y así el PP opta por que su discurso económico se llene de referencias genéricas sin concretar lo que hay que hacer, con lo que nadie tiene claro si realmente tienen una política económica alternativa a la de ZP. Todo por un puñado de votos.

El PP, sin embargo, debería ser consciente de que si no quiere pronunciarse ahora sobre el contenido de sus propuestas económicas, puede articular su labor de oposición de otra manera. España es un Estado tremendamente descentralizado, en el que las comunidades autónomas no sólo tienen muchas competencias en el ámbito económico sino que, además, gestionan más de la mitad del gasto público de nuestro país. Pues bien, si los de Rajoy no quieren hablar de lo que harían en estos momentos si estuvieran en el Gobierno, pueden demostrarlo con hechos, esto es, con las decisiones que tomen los políticos que están al frente de las autonomías en las que los populares detentan el poder. La estrategia más lógica, en este sentido, sería que todos los gobiernos regionales del PP actuaran al unísono conforme a las directrices políticas emanadas de la dirección nacional del partido. ¿Que el Partido Popular le dice a Zapatero que hay que bajar los impuestos para salir de la crisis porque subirlos va a agravarla? Pues que prediquen con el ejemplo en las autonomías en las que mandan. ¿Que hay que reducir el gasto público y el déficit? Pues que los ejecutivos regionales del PP empiecen por dar ejemplo y mostrar el camino al resto. ¿Que la política de vivienda de los socialistas es un desastre? Pues como las autonomías tienen las competencias en este terreno que demuestren que hay otra forma de hacer las cosas. Así podríamos seguir casi hasta el infinito.

Esta estrategia tendría, posiblemente, una doble virtud. Por un lado, dejaría bien claro ante los ciudadanos que hay una forma diferente de gobernar de la de Zapatero y los suyos, que la política de ZP, de atacar la crisis económica a golpe de ocurrencia y a base de tirar de chequera, no es, precisamente, ni la única posible ni la mejor. Por otro, pondría en evidencia a todos los gobiernos socialistas, tanto al nacional como a los autonómicos, y posiblemente obligaría a más de uno a caminar por terrenos muy distintos a aquellos por los que transitan en la actualidad. Por desgracia, esa alternativa política sólo se vislumbra en la Comunidad de Madrid. En los últimos tiempos hemos tenido algunos buenos ejemplos al respecto, como cuando Esperanza Aguirre decidió reducir el número de consejerías, bajar los impuestos o mantener, e incluso incrementar, esa deducción en el IRPF por adquisición de vivienda que Zapatero pretende eliminar. Sin embargo, no basta con eso. Si el PP quiere ganar de verdad las elecciones, los titulares de las noticias deberían ser del tipo Las autonomías del PP acuerdan reducir impuestos para combatir la crisis, en vez de Esperanza Aguirre ataca la crisis con bajadas de impuestos, porque mientras la Comunidad de Madrid sea la excepción a la regla, no parte de la misma, no se va muy lejos.

En cualquier partido político medianamente articulado y deseoso de llegar al poder, no debería haber ningún problema para que la dirección nacional marcara una serie de criterios que ejecutasen luego los gobiernos regionales, con el margen lógico de cada caso particular. La pregunta es por qué el PP no actúa de esta forma, que no tiene coste alguno en votos para él y, sin embargo, le puede rendir muy, pero que muy buenos réditos electorales porque dejaría bien claro que, efectivamente, hay una alternativa real alzapaterismo. Recientemente, el presidente de la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA), Juan Ramón Quintás, pedía elecciones anticipadas ante la parálisis de Zapatero y los suyos para afrontar la crisis. Es el sentir mayoritario de la sociedad del que el PP debería hacerse eco y actuar en consecuencia.

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