La Confederación Española de Comercio acaba de emitir un duro comunicado contra el Gobierno, en el que rechaza "frontalmente" cualquier subida de impuestos, especialmente del IVA, del IRPF o de los hidrocarburos, y amenaza con llevar a cabo "alguna acción empresarial contundente" si se aumentan y "no se presta atención" a las necesidades del sector.
Yo no sé a que "acciones contundentes" se referirán los comerciantes, pero desde aquí y al margen de ellas, humildemente propondría la celebración de una gran manifestación de protesta que incluyera a todos los sectores descontentos con la desastrosa política económica del Gobierno. En la pasada legislatura, y ante la pasividad y falta de iniciativa del principal partido de la oposición, buena parte de la sociedad civil se organizó y lideró numerosas y concurridas manifestaciones contra la política del Ejecutivo, especialmente la referida a la negociación con los terroristas.
Ante una crisis económica sin precedentes, que el Gobierno de Zapatero primero ocultó y luego ha venido agravando con políticas contraproducentes, también está más que justificada una gran protesta ciudadana que exprese en la calle su rechazo a un Gabinete incapaz de afrontar reformas y de tomar medidas que no sean las dirigidas contra el bolsillo, actual y futuro, del contribuyente. El contundente comunicado de los comerciantes, o la reciente celebración de la Diada, en la que la protesta contra la política que se está llevando a cabo frente a la crisis eclipsó a la tradicional y reaccionaria reivindicación identitaria, son buenas muestras de un extendido malestar social que, desgraciadamente, no tiene eco lo suficientemente contundente en el Parlamento.
No es admisible, por otra parte, que los sindicatos sigan teniendo en el terreno económico el monopolio a la hora de organizar manifestaciones y expresar en la calle el rechazo ciudadano a la política de un gobierno. Más aun cuanto las elites sindicales son cómplices de esa irresponsable y caduca política que condena a millones de personas al paro, mientras somete al resto a una nueva presión fiscal que, lejos de evitar el creciente endeudamiento, lo que hace es ahogar las posibilidades de recuperación.
Benegas Lynch ha hecho referencia en un reciente articulo al movimiento masivo de personas que a finales de la pasada semana se trasladó desde muy diversos lugares de Estados Unidos para marchar sobre Washington DC bajo la consigna de ponerle freno a la colosal expansión del aparato gubernamental, contingente que ocupó una superficie desde el Capitolio al monumento de George Washington. Aunque aquí no podamos evocar ningún "Tea Partie" y las sublevaciones contra la asfixiante política fiscal y arancelaria que padecieron las colonias americanas por parte del gobierno británico, esta reciente manifestación es ciertamente un "ejemplo" de lo que también los ciudadanos españoles podríamos hacer para dejar claro a este Gobierno que su política, lejos de anestesiarnos, nos subleva al condenarnos a una crisis de la que ya podíamos salir.
A la vista de la funcionarial, acomplejada y, en muchas ocasiones, incoherente labor de oposición que está llevando a cabo el PP, no tengo esperanza alguna en que el partido de Rajoy lidere este movimiento ciudadano. Sin embargo, el innegable malestar que, junto al de los parados, ya se expresa en asociaciones de comerciantes, plataformas de clases medias, autónomos y de trabajadores que no están dispuestos a quedar sometidos a las directrices de unas privilegiadas elites sindicales, sólo necesita de comunicación y organización para eclosionar en un gran movimiento ciudadano. Esperemos que se pongan mano a la obra y que, a la vista de los hierbajos economicos del Gobierno, surja un gran brote de rebeldía ciudadana.