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Ignacio Cosidó

Evitar el desastre

La incapacidad del Gobierno de Zapatero para afrontar las reformas necesarias, su irresponsable política dilapidando gasto público y las subidas de impuestos que ahora nos anuncian van a conducir a nuestro país a unos niveles de paro insoportables, una si

Es más que probable que la etapa de Zapatero sea juzgada en una perspectiva histórica como un gran desastre nacional. Un gobierno que empujó a España a su ruina económica, que puso en riesgo la cohesión de la Nación y que fomentó la decadencia moral de la sociedad. Sin embargo, España ha sabido a lo largo de los siglos sobreponerse a las más graves crisis y a los gobiernos más nefastos con proyectos de recuperación económica, regeneración política y fortalecimiento de los valores que atesora nuestra sociedad. No es el momento por tanto para caer en ningún determinismo histórico, sino de trabajar por una alternativa capaz de devolver al país a la senda del crecimiento, la estabilidad y la regeneración manteniendo plena confianza en una sociedad cada vez más consciente de la necesidad de un cambio de rumbo.

Resulta ya evidente que mientras las principales economías europeas comienzan a repuntar, la economía española se hunde cada vez más. Ese es un escenario catastrófico. Si España pierde el tren de la recuperación económica será muy difícil que pueda cogerlo una vez que la economía europea y mundial hayan alcanzado velocidad de crucero. La incapacidad del Gobierno de Zapatero para afrontar las reformas necesarias, su irresponsable política dilapidando gasto público y las subidas de impuestos que ahora nos anuncian van a conducir a nuestro país a unos niveles de paro insoportables, una situación de quiebra de nuestra Hacienda Pública y una absoluta falta de confianza de inversores y empresarios.

Zapatero está aplicando a nuestra economía justo el tratamiento contrario al que requeriría una crisis como la actual: reformas para hacer más competitivos sectores como la energía, las telecomunicaciones o el sector financiero, contención del gasto público ante la drástica contracción de los ingresos, generación de confianza a quienes deben invertir para crear empresas, generar puestos de trabajo y reflotar nuestra economía y una ineludible reforma laboral que potencie la creación de empleo. Por el contrario, la única preocupación de Zapatero es como amortiguar el coste electoral de la crisis con medidas de puro clientelismo político.

Por otro lado, es imprescindible un gran pacto entre las dos grandes fuerzas políticas españolas para poner límite al proceso de transferencias del Estado a las Comunidades Autónomas, con excesos que amenazan con convertir a la Administración Central en un ente residual en buena parte del territorio. Es preciso incluso plantearse recuperar alguna competencia que impida, por ejemplo, que se prive a los alumnos del derecho a ser educados en castellano en cualquier punto de nuestro territorio. Hay desafíos globales, como el agua, la seguridad o la innovación tecnológica que requieren un Estado fuerte para poder hacerles frente. Por el contrario, la intención de Zapatero parece ser la de mantener su pacto con las fuerzas nacionalistas más extremistas del arco parlamentario como única vía para mantenerse en el poder mediante nuevas concesiones.

Es necesario, por último, un proyecto de recuperación de los principios y valores básicos de toda democracia avanzada, comenzando por una defensa vigorosa de las libertades frente a determinados abusos de poder, continuando por la defensa del derecho a la vida consagrado por nuestra Constitución, con una política de apoyo efectivo a la familia como pilar básico de la sociedad, con una reforma educativa que restablezca los principios del esfuerzo, la excelencia y el respeto al profesor y continuando con una política de seguridad ciudadana que acabe con la sensación de impunidad que anida en muchos delincuentes y vándalos.

España tiene la fuerza, el coraje y la vitalidad necesarios para salir de la crisis actual, regenerar su sistema democrático y recuperar su cohesión nacional. Las últimas consultas electorales ponen de manifiesto una voluntad de cambio político en el conjunto de los españoles.  En el Partido Popular tenemos la enorme responsabilidad histórica de evitar que nuestro país se precipite al desastre generando una alternativa sólida e ilusionante para una gran mayoría de los ciudadanos.

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