Incluso cuando tiene una buena baza política, este Gobierno es incapaz de sacar partido de ello. La ayuda de 420 euros a los parados que hayan perdido el derecho a la prestación por desempleo es una buena idea, porque la gente no se puede quedar sin nada en absoluto ya que ese es el camino que conduce a la marginación, la miseria y, en más de un caso, a la delincuencia. Con una crisis de la gravedad de la que tenemos, con un paro galopante que alcanza cifras de mareo, para un Ejecutivo como el de Zapatero, que ha hecho de lo social su principal bandera para afrontar la crisis, una medida como esa tendría que reportarle sus buenos réditos políticos. Pero han hecho tan mal las cosas que, lejos de ello, lo que están consiguiendo es dar la imagen de que todo esto es bastante chapuza.
Zapatero tenía prisa por poner en marcha dicha medida, hasta el punto de haberla aprobado en un Consejo de Ministros en pleno paréntesis vacacional, porque necesita argumentos para acudir en septiembre al Congreso de los Diputados al debate monográfico sobre la situación económica, con algo positivo que poder presentar con el fin de defenderse de la que le va a caer por todos los lados porque el Ejecutivo no está haciendo lo que tiene que hacer para combatir la crisis. Pero como bien dice el refrán, vísteme despacio que tengo prisa. Y es que la precipitación es lo que ha caracterizado a esta medida, hasta el punto de que ni en las oficinas del Servicio Nacional de Empleo sabían cómo tramitarla. Pero, lo que es peor, tanta ha sido la celeridad en aprobarla que el Ejecutivo ha dejado fuera a muchos parados que necesitan cualquier ingreso, por mínimo que sea. Sin embargo, salvo que se modifiquen las cosas, los únicos desempleados que tienen derecho a percibir ese subsidio son los que se hayan quedado sin prestación después del pasado 1 de agosto. Los demás, nada de nada. He aquí la chapuza porque una medida del calado social como los 420 euros, con una crisis económica y laboral como la actual, no puede ni debe ser excluyente, sino todo lo contrario. Pero las prisas tienen estas cosas y por mucho que ahora el ministro de Fomento, José Blanco, diga que el Gobierno va a esforzarse en explicarla mejor, lo cierto es que la cosa ya no tiene más arreglo que el de reformar el decreto ley por el cual se establece dicha ayuda.
Además, el Gobierno había convertido a los 420 euros en el pilar central de su política contra el paro, un pilar equivocado porque lo que hay que hacer es crear las condiciones económicas y laborales que permitan superar la crisis y generar puestos de trabajo, lo que sólo se conseguirá mediante esas reformas estructurales, incluida la del mercado de trabajo, que Zapatero y su equipo se niegan a poner en marcha. Sin embargo, la estrategia del Ejecutivo no pasa por ahí, sino por medidas como ésta que está resultando un verdadero desastre en su aplicación, contribuyendo, de este modo, a deteriorar aún más la imagen del Gabinete. ¿Qué se puede esperar de un Gobierno cuya principal medida contra el paro es ésta y se aplica de la forma tan chapucera y precipitada como lo está haciendo? Pues, francamente, muy poco, lo que viene a confirmar, una vez más, que este Ejecutivo da muy poco de sí a la hora de gestionar la economía, que se ha convertido en la principal preocupación de los españoles.
Lo dicho, Zapatero y los suyos son tan negados que incluso cuando plantean algo que está bien lo ejecutan de forma tan desastrosa que luego son incapaces de extraer de ello los réditos políticos que esperan.