El presidente del Gobierno se ha empeñado en afrontar la grave crisis económica a golpe de talonario y tira de chequera en cualquier ocasión que se le presenta, como si fuera un nuevo rico empeñado en ganar prestigo social a base de soltar dinero aquí y allá. De esta forma, en lo que llevamos de crisis Zapatero ha conseguido que el ritmo al que despilfarra los caudales públicos duplique al de la crisis de la primera mitad de los 90 hasta conseguir que este año el déficit se coloque en torno a un más que escandaloso 10% del PIB. Escandaloso por la magnitud del agujero en las cuentas públicas pero, sobre todo, por las razones por las que se produce.
En otras circunstancias ya se hubieran disparado todas las alarmas, porque semejante evolución del déficit, unida a un muy fuerte crecimiento del endeudamiento originado a base de avales para la banca y para todo lo que se tercie, habría llevado a los mercados a perder toda la confianza en nuestro país. Esto quedó bien claro cuando los tipos de interés de la deuda pública a diez años llegaron a tocar el nivel del 15% en 1995, prácticamente diez puntos más que el bono alemán. Ahora, sin embargo, esto no está sucediendo, al menos por el momento, y las razones son fáciles de entender.
Por un lado, las agencias de calificación se resisten a bajar la nota de los países que están incurriendo en fuertes déficit públicos ya que, a fin de cuentas, ellas tienen bastante que ver con el origen de la crisis financiera internacional. Por otro, porque el Gobierno está invirtiendo los recursos del Fondo de Reserva de la Seguridad Social en comprar parte de las ingentes cantidades de deuda pública que está emitiendo -¿se acuerdan que hace dos años el debate era quién iba a gestionar las inversiones en Bolsa de dicho fondo?–. Por último, porque la banca, en lugar de alimentar el crédito, está también invirtiendo en títulos de deuda, muy rentables y menos arriesgados que los préstamos en una situación de grave crisis como la que vivimos –¡qué callado está ahora el Ejecutivo respecto a que la banca no concede créditos cuando hace tan sólo unos pocos meses hasta llegó a amenazarla porque el crédito no fluía al ritmo al que le gustaba al Gabinete!–. El Gobierno ha encontrado en esta última vía una forma de monetizar el déficit porque la banca puede acudir al BCE en busca de crédito con esos títulos de deuda como garantía. Todo esto explica que ni el diferencial de tipos con Alemania se haya disparado ni que los intereses hayan alcanzado cifras astronómicas.
Animado por ello, Zapatero no da su brazo a torcer y sigue anunciando más y más gasto. Sin ir más lejos, para septiembre prepara la segunda edición del Plan E, con otros cinco mil millones de euros más destinados a maquillar las nefastas cifras de paro a base de crear empleo de forma artificial y para cosas inútiles que ni mucho menos van a sacarnos de la crisis, sino todo lo contrario. Ahora bien, en esta vida nada es infinito, y mucho menos la capacidad de gasto del Gobierno. Porque no sólo al Fondo de Reserva apenas le quedan recursos que invertir sino que, posiblemente, en unos meses tendrá que comenzar a vender esos títulos de deuda para empezar a financiar el déficit en las cuentas de la Seguridad Social. Y también porque la capacidad del sistema crediticio para asumir esas cantidades ingentes de deuda pública española es limitada y ya se acerca bastante a esa frontera. ¿Qué pasará entonces? Pues muy sencillo: los tipos de interés se dispararán de repente y el Ejecutivo no tendrá forma de colocar deuda en los mercados porque los inversores no se fiarán de un país endeudado hasta las cejas como el nuestro.
Por supuesto, cuando ocurra semejante tragedia, que ocurrirá, Zapatero no tendrá más remedio que pagar la carga de esa deuda, salvo que en su locura socialista se le ocurra declarar una suspensión de pagos y, de esta forma, dar la puntilla definitiva a la economía española. Pero quienes pueden empezar a sentarse a esperar para cobrar son todos aquellos ingenuos que piensan que el Gobierno va a pagar todas esas ayudas que está anunciando. Porque, por ahora, ni el Ejecutivo ha empezado a desembolsar los 8.000 millones del Plan E, pese a que los ayuntamientos ya se lo están demandando; ni las ayudas a la compra de coches, que los concesionarios están teniendo que poner de su bolsillo porque el dinero comprometido no llega; ni nada de nada. Y eso que ahora el tipo de interés del bono a diez años no llega al 4%. Así es que imagínense lo que puede suceder después y vayan preparándose.