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Emilio Campmany

El tío perretas

Díaz Ferrán ha conseguido lo que ningún popular, sacar al presidente de sus casillas y que éste nos muestre su verdadero rostro: irascible cuando no impone su criterio, colérico cuando se le lleva la contraria.

Válgame Dios, qué disgusto se ha llevado Zapatero de ver que Díaz Ferrán no le baila el agua a sus sindicatos; un disgusto más grande que una bola de queso. Él, que se las prometía tan felices, que estaba convencido de que el empresario le pagaría con la foto del diálogo social los muchos favores prestados a sus negocios en Argentina. Además, donde ha mordido el polvo no ha sido en el campo financiero o jurídico, sino en el social, allí donde cree ser el más esforzado paladín. Pero allí fue donde le dio Ferrán, que acertó a salir airoso de la emboscada en forma de cena que le tendieron en La Moncloa. Dijo que no firmaba y no firmó, ea.

¡Cómo se puso el presidente, como si le hubieran mentado los muertos! Se cogió un berrinche de los de no te menees, una rabieta de aúpa, una perreta, como dicen en Canarias, de las de nunca más. ¿Qué fue del talante? ¿Qué fue del diálogo? ¿Qué fue de tanta tolerancia? La corajina debió de ser de órdago porque hizo que Zapatero cayera en el más grave error que cometer pueda un jefe de Gobierno, recordarle a los demás el cargo que ocupa. El chiste brota solo y Guillermo es el que lo ha interpretado mejor al dibujar a Zapatero diciendo "yo soy el presidente" y a los demás contestando: "¡No conseguimos olvidarlo!"

Díaz Ferrán no es un tipo simpático y apenas representa a nadie, aunque no menos que Méndez y Toxo, pero en esto ha estado cumbre, que diría Arenas. Es gracioso porque se la ha jugado a Zapatero con sus mismas armas. A nuestro presidente le gusta exigir favores inmediatos a cambio de promesas futuras para, una vez obtenido el favor, incumplir las promesas. Ferrán consiguió que Zapatero le resolviera sus problemas en Argentina a cambio de un vago compromiso de apoyar la política del Gobierno. Y ahora, tras haber conseguido salir mal que bien de algunas de las trampas en las que se había enredado al otro lado del Atlántico, le dice al presidente que tararí que te vi, que él no firma un acuerdo que perjudica a la economía española, en general, y a él en particular. ZP ha resultado ser alguacil alguacilado.

No haber podido hacerse la foto del diálogo social le enrabieta, pero que se la hayan metido doblada cuando era él quien creía que se saldría con la suya lo envenena hasta descomponerle. Lo que no ha conseguido Rajoy en años de debates parlamentarios, a pesar de las muchas veces que ha tenido a la razón de su parte, lo ha logrado Ferrán sabiendo decir "no" cuando había que decir "no". Bueno, sabiendo decir "no" tras haberle hecho creer a Zapatero que diría "sí" mientras éste le ayudaba a resolver sus problemas con los Kirchner.

Díaz Ferrán no práctica el gesto amable ni la sonrisa, con lo que difícilmente podría hacer carrera en el nuevo PP, aunque Zapatero le acuse de jugar a defender los intereses de ese partido. Pero ha conseguido lo que ningún popular, sacar al presidente de sus casillas y que éste nos muestre su verdadero rostro: irascible cuando no impone su criterio, colérico cuando se le lleva la contraria, enfurruñado como un niño malcriado cuando las cosas no salen a su gusto y de mirada vidriosa cuando alguien demuestra ser algo más pillo que él. O sea, el tío perretas.

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